Said no encuentra a nadie que le alquile un piso, a pesar de tener trabajo fijo y un salario de unos 1.500 euros. Mucho menos uno que reúna las condiciones para reagrupar su familia, que vive en Marruecos. Héctor ha encontrado uno, pero en un barrio muy deteriorado en el que es difícil rehacer su vida. Amparo ha conseguido una vivienda de alquiler social, pero a 40 kilómetros de donde vivió toda su vida y donde tiene sus amistades y a su hija, la única familia que le queda. Que la vivienda es mucho más que cuatro paredes ya se ha dicho millones de veces. Pero esta frase tan trillada, a la que se acostumbra a continuar con una definición de lo que es un hogar, se materializa en la necesidad social de cada día de miles de personas en Catalunya, especialmente en la de aquellas que acompañamos desde las entidades sociales. Crisis social de la vivienda El Govern de la Generalitat parece que se ha puesto manos a la obra con el tema de la vivienda, y el presidente anunció, en agosto del...
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