Quizás podría ser que se estuviera viviendo una fase de la vida adulta en la que, después de pasar diez años centrados (casi) siempre en la crianza de la pequeña infancia, se echa de menos la multitud de amistades y de espacios que se tenían en la década anterior. No obstante, está científicamente probado -o, al menos, todo lo probado a lo que puede llegar la sociología- que la cantidad de amistades cercanas se ve reducida en el proceso de la crianza en sociedades occidentales. O quizás simplemente es que se está entrando de lleno en una crisis de los 40, la cual sólo puede acabar bien si desemboca en un Peter Pan . En cualquier caso, el libro Palacios para el pueblo , de Erik Klinenberg, ha tocado hueso o ha llegado en el momento oportuno. La tesis de Klinenberg, como pasa en la mayoría de libros de este tipo, se resume en una sola frase: el espacio en el que nos relacionamos influye en cómo nos relacionamos. Desde aquí, Klinenberg
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