Said no encuentra a nadie que le alquile un piso, a pesar de tener trabajo fijo y un salario de unos 1.500 euros. Mucho menos uno que reúna las condiciones para reagrupar su familia, que vive en Marruecos. Héctor ha encontrado uno, pero en un barrio muy deteriorado en el que es difícil rehacer su vida. Amparo ha conseguido una vivienda de alquiler social, pero a 40 kilómetros de donde vivió toda su vida y donde tiene sus amistades y a su hija, la única familia que le queda.
Que la vivienda es mucho más que cuatro
paredes ya se ha dicho millones de veces. Pero esta frase tan trillada, a la
que se acostumbra a continuar con una definición de lo que es un hogar, se materializa
en la necesidad social de cada día de miles de personas en Catalunya,
especialmente en la de aquellas que acompañamos desde las entidades sociales.
Crisis social de la vivienda
El Govern de la Generalitat parece que se ha
puesto manos a la obra con el tema de la vivienda, y el presidente anunció, en
agosto del año pasado, un plan para construir 50.000 viviendas públicas. Con
esta medida quieren conseguir que la mayoría de la población pueda vivir en una
vivienda digna.
La medida no es nueva en absoluto. Son ya
muchos los gobiernos, de la Generalitat o del Estado, que hacen la apuesta por
vincular la extrema necesidad social de vivienda a un ambicioso plan de construcción
de nuevas viviendas. El incremento de la oferta, dicen, provocará el descenso
del precio. Pero, como todo en la vida, lo importante está en la letra pequeña.
¿En qué condiciones de acceso se harán estas viviendas? ¿Serán de compra-venta?
¿Con préstamos públicos o privados? ¿Volverán al mercado privado una vez
finalicen su condición de vivienda pública? ¿Dónde se construirán estas
viviendas? ¿Qué trabajos se podrán encontrar cerca de donde se construyan? ¿Cuánto
se tardará en levantar todas estas viviendas?
Perdimos nuestra mejor oportunidad, una histórica,
de tener un parque de viviendas públicas cuando se creó la SAREB con el objetivo
de recomercializar la vivienda vacía -o que se podía vaciar vía desahucios- con
la crisis de 2008. Y esta oportunidad no volverá a producirse nunca jamás.
Aquel gran agujero en el que se lanzaron todas las oportunidades perdidas se
hizo tan profundo como la necesidad social de vivienda de las personas que
vivimos en Catalunya. Primero, evidentemente, cayeron las personas más excluidas.
Ahora, más de diez años después de todo aquello, caen las clases medias.
Quizás la construcción de las 50.000 viviendas
ayuda a resolver esta crisis del acceso a la vivienda, porque no sólo serán
construidas, sino que se harán accesibles, sociales y se tejerá una dinámica
que produzca y sociedad en esos nuevos barrios. Pero cuando hemos visto pasar tantas
oportunidades, y tantas políticas de construcción de viviendas nuevas, como
mínimo tenemos derecho a ser escépticos.
La razón es que para encontrar respuestas a
estas preguntas que nos hacemos desde 2008 hay que hacerlo todo. Todo. Cuando
hablamos de resolver el tema de la vivienda, tenemos que poder aprovechar absolutamente
todas las oportunidades y opciones que tenemos sobre la mesa. La construcción,
la compra, la regulación, la mediación, la promoción, el alquiler, la reforma,
la renovación e, incluso, la expropiación. Porque, a estas alturas, las problemáticas
asociadas al acceso a la vivienda se han convertido tan variadas, con
casuísticas tan absolutamente diversas y necesidades tan urgentes, que no hay
herramienta o recurso que nos podamos permitir el lujo de no movilizar. Y,
porque si nos concentramos en una sola respuesta, ya podemos construir
cincuenta, cien mil o un millón de viviendas, podemos poner cemento a cada
centímetro de este país, que continuaremos sin resolver una crisis que ya hace
demasiado tiempo que dura.
Este artículo fue publicado originalmente en
catalán en la web social.cat
https://www.social.cat/opinio/22402/cinquanta-cent-mil-milio-habitatges
Foto de T.H. Chia.
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