Se acabó el ciclo
electoral victorioso de la izquierda. La aparente carrera ganadora de las
candidaturas rupturistas, iniciada en las europeas de 2014, sólo tenía un
objetivo: favorecer un gobierno sin bipartidismo. Los resultados del 20D y su
reflejo en el espejo este 26J han acabado con la ilusión de llevar el cambio a
España. Ni confluencias, ni mareas, ni Syrizas a la española.
A día de hoy hay más
diputados de izquierda en el pero la realidad es que, en el camino, la
izquierda se ha dejado importantes cuestiones que allá por 2011 parecían
decisivas. También ha abandonado o rehuido debates fundamentales en la
reconstrucción de estos Estados del Bienestar destrozados que hemos heredado de
la Gran Crisis de 2007. La cuestión no es trivial. Por pura cuestión
estratégica la izquierda ha dejado la carretera llena de cadáveres, muchos con
el 15M tatuado en la piel. Es la izquierda zombi, que sonríe y que quiere un nuevo
país, pero a la que le rompen la cara en cualquier portada de domingo.
No basta con repetir
desde la tribuna que tal o cual candidatura es hija, heredera o prima hermana
de la movilización del 15M. Lo cierto que es que la izquierda ha abandonado ese
espíritu y esas reivindicaciones, y lo ha hecho en nombre de una demoscopia que
jamás le ha servido, ni le servirá, para dar el vuelco a nada.