Seguramente no lo habías notado, porque hace tiempo que ya no salía por aquí o por allí, dándote lecciones de estrategia política o de interpretación del cine. Seguramente, si no has tenido curiosidad por las viejas fotos de Diversidad Diacrítica, no te hayas dado cuenta de lo huérfano que está ahora el blog sin sus instantáneas. Pero ya no está.
Hacía tiempo que venía arrastrando su análisis político por entre las esquinas de un blog que tenía semi-abandonado. Cuando escribes una entrada prometiendo más entradas, ése es el momento de dar por concluido el proyecto del blog. Él las había prometido en enero de 2010, y aún así aguantó todo un año más. Periodo en el que la imagen de la portada del libro que leía en tal o cual momento cambió más que la última entrada que había escrito.
Y sin embargo, uno no se lo espera. Empiezas a escribir una entrada nueva en tu blog y recuerdas algo que él quiso decir, pinchas en el enlace a su bitácora, para buscar el post y enlazarlo, y ¡zas!, de repente te das cuenta de que ya no está ahí. De que el blog ha desaparecido y con él todas las entradas, las discusiones a través de los comentarios o, lo que es más importante, ciertos comentarios que luego hicieron historia al despertar la curiosidad de unos en otros.
A través de su blog conocimos a Eva, al Cerrajero, al Reverendo, a muchos, diferentes y divergentes bloggers, unos presentes y otros desaparecidos ya como él, que animan las conversaciones sobre una cerveza de cualquier tarde de sábado lluviosa.
Muchos de los blogueros que finalizan sus blogs deciden abandonarlos a su suerte. Realizan una última entrada de despedida, o simplemente dejan de acceder al usuario, bloquean los comentarios o los borran nada más recibirlos. Øttinger, como debía ser por su carácter diferente, ha decidido no dejar rastro para la e-arqueología. “El personaje ha muerto”, sentenció. Ha eliminado el perfil de blogger, los blogs que él gobernaba, dejándonos de paso sin aquel abandonado Desperté a su lado…, el blog de cuentos inacabados. Habrá rastro de él, sin duda. A través de los comentarios que un día nos hizo, o a través del texto de las entradas de blogs como Destripando Terrones, a los que su ausencia sólo ha afectado en la eliminación de las fotografías que lo ilustran. Y, por supuesto, aunque nos quedarán las copias de caché de Google, lo que Øttinger nos ha arrebatado al retirar su blog del mundo internet es esa ligera sensación nostálgica y reconfortante que siente uno al encontrarse con una esquina de la ciudad que mantuvo su importancia para nosotros en otro tiempo.
No sabemos si volverá a las bitácoras, con el mismo personaje o disfrazado de algún otro. Ahora y siempre nos quedará su fina ironía camuflada de lección universitaria de ciencia política, de la que podrán disfrutar sus alumnos y, por supuesto, sus amigos. Y para el recuerdo, su última entrada blogguera, el último coletazo de un síndrome que consiguió registrar como invención propia, una entrada sobre los 35 años en el poder del ciudadano Juan Carlos Borbón.
Descanse en paz, Øttinger. Y ya nos vemos mañana –como otros tantos días- al lado de una cerveza y una conversación a voces.
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