Durante estos días de Abril se he celebrado un encuentro internacional en Casa África relacionado con la cooperación española y los problemas del agua en África Subsahariana. El evento está organizado por la institución que lo acoge y por la Oficina de Naciones Unidas para el Decenio Internacional del agua. Hay representantes de varios países africanos, de la Agencia Española de Cooperación Internacional y Desarrollo, de la sociedad civil española y africana, de gobiernos autonómicos y de varios programas de Naciones Unidas dedicados a los asuntos del agua. Un buen lugar, en definitiva, para tomar el pulso a estos debates sobre el agua y para enfrentar posiciones que la apariencia de lo políticamente correcto hace pensar amistosas, pero que el desarrollo y la profundidad del mismo termina por mostrar lo no evidente.
Quienes primero tomaron la palabra fueron los representantes de gobiernos africanos. Había delegaciones de Senegal, Mauritania, Angola, Cabo Verde, Etiopía, Guinea Ecuatorial, Mali y Namibia. En la lista de países invitados destacaba sobretodo la persistente voluntad del gobierno de España de contar para absolutamente todo con Guinea Ecuatorial. Los intereses económicos de la ex-metrópoli en el país dirigido por el dictador Obiang priman sobre cualquier debate posible. Y los dirigentes ecuatoguineanos, sabedores de ello, actúan con cierta prepotencia y notable cinismo a la hora de pasearse por los salones de los actos a los que han sido invitados. Ya fue notable el tremendo gasto de EXPO Zaragoza 2008 para que este grupo de dictadores tuviera un pequeño tenderete en la feria del agua celebrada el año pasado, pero la invitación de éstos a debatir asuntos de verdadero calado no hace más que mostrar que los tiempos en los que se exigía respeto por los Derechos Humanos pasaron hace tanto como remordimientos por haber abandonado a la ciudadanía ecuatoguineana.
En conjunto, los países africanos actuaron en bloque aunque sin estar coordinados por nadie. De ellos, no cabe duda, se esperaba la más ácida crítica hacia un sistema de cooperación al desarrollo que prima la visibilidad de un pozo -el 46% de los proyectos de la AECID en agua son para pozos, es decir para proyectos de poco o nulo calado- frente a la tremendamente importante labor de asistir en la gobernabilidad del agua. Es decir, que prima la foto con el niño bebiendo agua al trabajo de calado y menos visible. Sin embargo los africanos no asistieron a esta llamada. Todo lo contrario. De sus presentaciones sólo se desprendió una exigencia: más dinero. ¿Para qué? Para lo que sea, faltaría más, pero el único problema existente es el de la financiación. Los países africanos sólo presentaban cifras de posibilidades de negocio en temas de agua. Es decir, lo que falta es financiación y lejos de solicitarla de entidades públicas financiadoras los modelos que están dispuestos a aplicar -y que aplican- son los modelos comerciales de explotación de los servicios. Es decir: que el más pobre se pague todo su agua y el que no pueda, que se busque la vida.
Paradigmática pareció la situación en Cabo Verde. Un país con poca precipitación en términos generales que tiene una pequeña reserva de agua subterránea. La solución técnica que se ha buscado han sido las desaladoras. Como todo el mundo sabe, este sistema encarece el metro cúbico de agua, pero aparentemente en Cabo Verde no hay más a donde agarrarse. La cosa podría funcionar tirando a bien si no fuera porque el gobierno caboverdiano se plantea que el agua cara -la de las desaladoras- ha de ser destinada a consumo humano mientras que el agua subterránea -sensiblemente más barata- habrá de ser consumida por la agricultura. Así, los ciudadanos caboverdianos pagan unos 5$ por metro cúbico de agua. ¿Saben Uds. cuánto pagan por su agua? Con impuestos y todo mi última factura me ha salido por 2,5€ por metro cúbico. Calculen.
En definitiva, la propuesta de los países africanos viene por el camino de la inversión privada y el traspaso de los costos a los ciudadanos, tengan el estatus económico que tengan. Estas propuestas además son engañosas. En la mayoría de países africanos, la red de suministro de aguas -esa por la que los caboverdianos pagan 1,7€ más que un ciudadano de Barcelona en términos corrientes- no abastece a una importante cantidad de la población debido a que la infraestructura está creada sólo en los núcleos urbanos que pertenecieron a los agentes colonizadores y, por tanto, el agua que llega a la mayoría de la población lo hace sobre todo por transportistas privados que suben el precio del agua a tanto como les interese a partir de esos 5$.
Mientras, nos pasamos la vida aquí en Occidente reclamando una gestión pública del agua. Anunciando que las privatizaciones en África no harán sino ridiculizar el papel de los gobiernos nacionales, que empeorarán cualquier otro servicio, que endeudarán aún más al país, que condenarán a varias generaciones a no salir del ciclo de la pobreza. Y todo por una absurda manía del Occidente capitalista de ver a la compañía privada como más eficaz y eficiente que un gobierno africano. En definitiva, quienes escribimos, penamos o trabajamos en temas de agua, lo hacemos siempre con el convencimiento de que la resistencia hacia lo privado en África nos enlaza con esas visiones no occidentales de la gestión y permite que el desarrollo de los países subsaharianos sea más real y más autocentrado que si el liberalismo campara por doquier. Y sin embargo, los gobiernos africanos no hacen más que solicitar este liberalismo. ¡Más madera, que es la guerra! Crítica hacia el sistema neoliberal que nos da de comer, ninguna. Propuestas innovadoras, en el tintero. Y análisis profundos, los justos. Esto es un problema de dineros, ¿qué se había pensado Ud.?
Del resto de ponentes cabe destacar la tozudez del sistema de Naciones Unidas en cuanto a seguir sosteniendo que sólo y exclusivamente la Gestión Integral de los Recursos Hídricos -si alguien la conoce, que me la presente que aún no tengo el gusto- podrá salvarnos del cataclismo. En promocionar esto llevan ya casi 20 años y han conseguido algo milagroso: que todos los asistentes miren para otro lado cuando se la menciona. Todos a la vez, oigan. También de Naciones Unidas, del departamento de UN-DESA en particular, destacó la tibieza por un lado y el desconocimiento total y absoluto de los asuntos del agua por otro cuando se mencionó la reclamación internacional del Derecho Humano al agua. La postura de UN-DESA en esta mesa no fue otra que el afirmar que los Derechos Humanos no sirven para nada, y que conseguir declarar el agua -y el saneamiento- como un Derecho Humano no evitaría las pérdidas de vidas humanas. Se nota que en Nueva York les ponen garrafas embotelladas, claro.
[Foto de Eva]
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