Dios viaja en AVE, pero en turista

He vuelto a viajar en tren. Tras muchos trayectos en coche porque así es el_situacionista, patriota, y decide consumir lo que no tiene, comprarse un coche, y ayudar de esta manera a las empresas extranjeras de automoción. La tortura de RENFE y su artefacto del demonio llamado AVE siguen funcionando igual de mal. Todo esto, en el viaje de ida, me hizo pensar qué habrá sido de aquella reclamación que puse el 17 de Enero del año pasado y sobre la que aún no he obtenido respuesta alguna. La pobre debe de estar en el limbo de las cosas olvidadas, junto a mi blog sobre África y Hernández Mancha.

La ida del viaje no fue un prodigio. No comenzó bien pues la decisión de ir en tren se vio motivada por la copiosa nevada que hacía más fácil el paso por las minas de Moria que por la carretera A2 a la altura de Guadalajara. La nevada, por tanto, se convirtió en protagonista del trayecto, dejando un paisaje blanco mikolor en donde seguramente el tren se confundiría con una avalancha pluscuamperfecta y dejando también estampas de ventanilla tan bonitas que todos mis compañeros de vagón se afanaban inútilmente por obtener la instantánea más bonita. Y digo inútilmente porque, a pesar de no contar con más cámara que la del móvil, la mía fue sin duda superior a las suyas. Resumen de la ida: todo nevado, comida a las 16:40 horas en el latrocínico vagón de cafetería, 30 minutos de retraso no acumulable para la devolución del billete, niño dando patadas contra el asiento de atrás –que uno se pregunta por qué no se las dará al padre en la boca-, y de peli, la última de Indiana Jones, que como había empezado dos paradas más allá de mi origen sólo conseguí llegar a ver cómo casan a Indy con la chica de la primera película –había que asesinar a los padres de la criatura.

¿Y la vuelta? Para la vuelta uno se planifica y llega con adelanto sobre el horario previsto a la estación de salida, lo que viene a ser como si uno esperara solo en el salón de casa, con el tablero del Risk abierto, a que llegaran amigos con quienes jugar. Así que para hacer tiempo uno se acerca a la cafetería y pide una aguja de atún para llevar. La camarera le pone lo que le da la gana, que en este caso es una empanada de atún –uno de dos, no está mal- y se dispone a enfrentarse a la rubia borde que siempre controla los billetes del AVE dirección Barcelona desde la estación de Atocha.

Mentalizado o no, se sube al vagón con tiempo suficiente de comerse la empanada de atún antes de salir de la estación cuando, de pronto, al lado de uno mismo se sienta dios. En persona oigan. Y no estamos hablando de un dios terrenal y vulgar como podría ser Thomas Pynchon, sino de un dios de los buenos, con libro e iglesia, santa y madre, y todos los demás extras concebibles.

Le miro de reojo, yo estoy en el asiento 9A y él en el 9B, lo que indica su modestia, pues a mí me tocó ventanilla. Se da cuenta de que lo miro y no tarda en decirme un correcto “Buenos días”. Atónico, observo que se ha materializado en una religiosa, una monja de hábito gris y ojos azules, de unos inconfundibles 60 años y a la que le cuelgan varias medallas del cuello.

Aún no me atrevo a formular las presentaciones cuando observo que a dios le suena su teléfono móvil. Uno sencillito, con la pantalla a color, es cierto, pero sin extras como el GPS que, por otra parte, a él de poco le podrían servir pues para eso, dicen, esta es su creación. De politono suena el clásico de la compañía finesa de móviles, lo que nos confirma la teoría de que Samsung es el demonio y sus menús son el infierno en vida. La comunicación es breve. Le llaman de su compañía telefónica para ofrecerle un cambio de plan, pues al parecer llama a otras compañías y en diversos horarios sin prejuicio de la salud de la cuenta corriente. Y es que de las tarifas del móvil no se entera ni dios. El cambio es rechazado con vehemencia.

Finalmente dios se acomoda y se decide a sacar un libro con el que amenizar el viaje: Trenes nocturnos de Barbara Wood. Y es que ¡a dios le gusta la romántica! Y no tiene vergüenza de sacar el libro en público. Ahora sí, ahora ya, interpreto el hecho del libro como una señal divina –dios es mucho de señales- que me anima a entrar en conversación. “¿Novela romántica?”, le pregunto con tono burlón y quijotesco. “¿Qué quieres que te diga? Alterno desde hace años una romántica con otro de César Vidal… es lo único que me relaja, chico”. Como no me dice que lea a Prada o a Savater, yo no le confieso mi ateísmo, pues todo el mundo sabe que es de mala educación decirle a tu compañero de butaca que no existe.

La conversación serpentea hasta el motivo de su viaje. ¿Es de ida a Barcelona o de vuelta? Al parecer, de vuelta. Ha tenido que acudir a un funeral este fin de semana en la capital y regresa a trabajar en Barcelona donde aún tiene un cristo enorme evitando que se le caiga la Sagrada Familia a medio construir. Un sin vivir esto de ser ingeniero celestial. ¿Y el funeral… qué… entretenido? “En absoluto”, me dice. Dios se queja, y con razón, de que en el fallecimiento de cualquier interfecto –o interfecta- siempre haya algún plañidero que suelta que es el señor quien lo ha querido así. “¡Y una mierda!”, brama, pues ¿qué tenía que ver su santísima voluntad en que al fallecido, como era el caso, le diera por demostrar a sus sobrinos su alta capacidad y disciplina para comer 35 kilos de mejillones de una sentada? “Nada”. Pues como le decía yo.

El tren llega a mi destino, y es momento de partir. Así que nos despedimos, ya tuteándonos, sin que le diera tiempo a explicarme por qué la estación del AVE de Guadalajara-Yébenes está fuera de la ciudad habiendo tanto espacio en la capital provincial misma. Nos cambiamos sendas tarjetas de visita y en la suya, toda en blanco, sólo dos palabras. Por el reverso: “Dios”, por el anverso “No se hacen milagros antes de las 12 am”.

Comentarios

eva ha dicho que…
Bueno, yo compré billete para viajar en AVE este fin de semana. Veremos si Dios va de regreso a Madrid este viernes. Le digo algo de tu parte?
pcbcarp ha dicho que…
Vale, pero la moleskine ¿es tuya o Suya? No es un detalle baladí.
Harry Reddish ha dicho que…
blasfemo!!! Alá va en Harley Davidson
eva, pregúntale por el sentido de la vida. Que a mí se me pasó por alto.

pcbcarp, la moleskine es del que escribe. Dios debe de escribir en los márgenes de las obras de otros.

Harry, representante de Allah en la bloggosfera, buscaré a tu representado cuando pase por Guadalajara este fin de semana. Porque si viaja en Harley se ha quedado atascado sin remedio entre la nieve.
Reverendo Pohr ha dicho que…
Vaya, había oido que estaba en todas partes, pero... en el AVE?

Por cierto, no creo que hubiera estado reconocer que eras ateo: no es lo mismo decir "no existes" que "no creo en ti". En la mayoría de las religiones, el ateismo se considera una "excentricidad" casi exclusiva del cristianismo, por lo que es una cuestión de creencias más que de existencias. Y, tal vez, solo dios lo sabe, te hubiera preguntado:

¿Y Por qué no crees en mí?. Y no porque no lo sepa o no lo sospeche, sino porque podría estar interesado en tus motivos. La clave de toda mejora.