Carnaval, de James Thurber.
Empezamos por éste por ser la última lectura y una de las novedades del mes de Julio en la editorial acantilado. Me lo encontré casi por casualidad. Dejado de las manos de Dios por algún idiota de los que se encuentra uno en la vida. Y por abrir sus páginas y comenzar a leer uno de los relatos cortos que en él contenían no pude sino rendirme y empezar por el principio, práctica poco valorada hoy día.
Periodista de The New Yorker, de esos que tanto nos habrían gustado a Harry, Ottinger y a mí, Thurber dominaba la ironía de manera brillante. El libro lo componen relatos breves sobre situaciones de la clase media alta, columnitas de historias personales más o menos inventadas para la revista y columnas de opinión con todas las letras. Desde el primero hasta el último, en todos ellos Thurber buscará pelea con el lector, la encontrará y le abandonará dejándole un regusto sabor sangre en la boca. Él puede con todos nosotros, y no cabe duda de que su humor hila más fino que el nuestro. Brillante en el primer encuentro con La vida privada de James Thurber, en el que disecciona la casi homónima autobiografía de Salvador Dalí y, prácticamente, le manda a hacer puñetas. Los relatos de hombres de clase media, absolutamente dominados por su mujer –es decir, calzonazos- e incapaces de aventurarse en la vida sin ellas, nos harán disfrutar de un humor clasista como pocos –tengan en cuenta que escribe en
En picado, de Nick Hornby.
“¿Has leído algo de Hornby?”; “¿Has leído algo de Hornby?”; “¿Has leído algo de Hornby?”; “¿Has leído algo de Hornby?”. Muchos de los que me rodeaban me preguntaban lo mismo. Y yo, dale que no. Hasta que alguien puso remedio en tan fatua fecha y, robando el título de la moleskine antes mencionada, me regaló ésta, su última novela. Una cosa me hizo sospechar que el libro era bueno, si Anagrama se gasta los cuartos en comprar los derechos y editarlo, es que algo se huelen. En una editorial así, de buena selección de títulos extranjeros, el error es poco probable aunque cotidiano. Ya por algo el jefe del Planeta había advertido al mundo de
Este pequeño hooligan inglés escribe estupendamente. El argumento es sencillo, cuatro personas que no se conocen de nada coinciden en la azotea de uno de los edificios más famosos de Londres con la intención personal de suicidarse en la nochevieja. Sin embargo, perdida la intimidad del acto, cada uno se siente responsable de la situación del otro y hasta ahí puedo leer. La novela es divertidísima, con muchas referencias literarias propias de Hornby y contado a la manera del gran William Faulkner, es decir, no hay narrador, sino que cada pasaje nos lo cuenta uno de los cuatro protagonistas. La tensión del libro decae hacia el final, pero eso no nos impide disfrutar de lo que hemos leído en absoluto pues, más bien que mal resuelta, no podemos abandonar el barco de la lectura hasta que todos se hayan salvado.
Fever Pitch, de Nick Hornby (otra vez).
¡No me podía creer que no hubiera nada más editado de Hornby! Todo descatalogado excepto un aburrido compendio de cuentos –donde él sólo tiene una o dos cositas creo recordar- y un par de libros llamados 31 Canciones y Cómo ser buenos, ambos también de Anagrama y nada representativos de él. ¿Dónde están los maravillosos Fiebre en las gradas o Alta fidelidad? Estos dos libros tenían que ser muy buenos, vistos las películas. Por fin, tras comprobar que estaban descatalogados, los localizo en formato bolsillo en inglés -¡bravo por Penguin!- me decidí por el primer título. De él me atrajo la historia que vi hace tiempo en el cine. Hubo una película inglesa basada en esta novela que tenía el mismo título. Trataba sobre un profesor de literatura y gimnasia de un instituto, soltero empedernido y enamorado del peor Arsenal de toda
El libro es completamente diferente a la película, Hornby no escribe una historia sino un diario futbolístico de su enamoramiento con el club de Londres. A los más futboleros –en pasado como en mi caso o presente- les encantará la filosofía de vida que destila todo el libro o la justificación para ser un fan incondicional del Deporte Rey. A los que no les guste el fútbol, tranquilos, se divertirán aún más viendo cómo alguien puede llegar a arruinar su vida –o eso parecía- por un estúpido club. La risa, como En picado, está más que garantizada.
La noche del oráculo y Leviatán, de Paul Auster.
Abro este comentario sobre dos libros con una discusión que mantuve con un amigo. ¿Cuál era mejor –o en el caso de mi amigo, cuál era peor- de las dos novelas? A mí me gustaba más La noche del oráculo. Tiene puntos de metaliteratura muy interesantes y la trama se va destilando poco a poco, sin previsión de ningún tipo. Leviatán, por su parte, tiene de bueno que comienza de manera muy fuerte ya que está escrito en forma de confesión. El autor afirma tener poco tiempo para escribir y necesitar explicar por qué su amigo ha volado en mil pedazos. ¡Vaya! El problema es que la tensión no se mantiene y, hacia la mitad, uno ya ha olvidado si el que ha volado era su amigo, si el que va a volar es él o si el que voló por los aires era el protagonista de cualquier otra novela de Auster.
Porque eso sí, Auster intercambia personajes en sus novelas. En todos sale alguien enfermo al que la misma enfermedad le cambia la vida, para bien, para mal o para nada. La noche del oráculo, tiene como protagonista a un escritor enfermo que se está recuperando lentamente y que descubre, poco a poco, el secreto que guarda su mujer. Dentro de la historia hay otra, aquella que el enfermo comienza a escribir inspirado por un cuaderno recién comprado y que hace ganar bastantes puntos a la novela aunque sigue habiendo pasajes en la trama principal un tanto inútiles. Leviatán, en este sentido no cumple con el clásico Auster, no hay protagonista enfermo aunque sí casualidades. El escritor de Nueva York tiene otro hábito como es que la vida se guía por las casualidades. En Leviatán la trama la hacen las casualidades y eso provoca el momento en que el lector no puede evitar un “¡Y qué más!”, cerrar el libro y esperar a ver si por casualidad se cruza la morena del quinto con ganas de marcha.
Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carrol.
No recuerdo detrás de qué libro me releí Alicia… pero supongo que fue uno que me hizo sentir extremadamente adulto, maduro y real. Más que una lectura de disfrute era una lectura por necesidad de escaparme. Recuerdo que ha sido la primera vez en que los continuos parones de
Y por hoy eso es todo. Tengo muchos títulos pendientes de revisar en el blog, y lo haré según tenga más y más trabajo y la situación se vuelva más preocupante y tensa. De momento adelantar las próximas lecturas que me voy a marcar porque yo lo valgo. Benito Centeno y Billy Budd, de Herman Melville; La mano de la buena fortuna, de Goran Petrovic –los serbios, balcánicos o centroeuropeos son mi perdición-; El maestro Juan Martínez, que estaba allí, de Chaves Nogales; y La conjura de los necios de John Kennedy Toole. Aunque esta lista no vale de nada, seguramente pasado mañana la cambie y a primeros de mes, como tantas veces, vuelva a comprar más libros de los que soy capaz de leer, trataré de revisarlos aquí. Si no es uno por uno de varios en varios. Ese es mi destino y lo acepto ante los dioses de mi libreta moleskine color negro… pero antes me saco los ojos que leer al Prada.
Comentarios
Si tienes gusto por lo absurdo, La conjura de los necios no te va a decepcionar.
Otra recomendación: cualquiera de los cuentos de Roald Dahl (para adultos, no los libros infantiles, aunque también estan bien, pero son otro rollo), el compendio Tales from the Unexpected o bien The best of Roald Dahl.
De Auster me gustó mucho "Brooklyn Follies" (todavía sigo sin entender por qué no tradujeron el título), y de Nick Hornby, aunque no he leído nada, tengo entendido que "31 canciones" es muy bueno, sobre todo si te gusta la música (después de todo, es un libro sobre 31 canciones que le gustan al tal Hornby). Además, es cierto que Anagrama suele tener muy buena vista con los autores extranjeros; a mí me descubrió a uno de mis favoritos, Richard Ford, y un corrosivo y políticamente incorrecto libro sobre la publicidad: "13'99 euros", de Frederic Beigbeder.
En fin, ¡prodíguese más, señor situacionista!
PD: el tal carlos no descansa ni en verano, se debe de estar forrando, el tío. A mí me ha copiado ya el mismo comentario tres o cuatro veces, y blog nuevo en el que uno husmea, blog en el que tarde o temprano encuentra su firma. Ay, el spam...
Carlos ; gracias pero ya tenemos enciclopedia en casa.
C.C. Buxter ; Me alegro que te guste hablar sobre libros. Es uno de los placeres más divertidos el recordar pasajes juntos. Recuerdo que cuando leía En Picado un compañero mío también estaba en ello. Yo iba más adelantado y los comentarios de cada uno hacían disfrutar más al otro mientras seguía leyendo. Estoy retomando a Auster y trato de leerlo un poco cronológicamente. No me obligo a leerlo todo del tirón, pero sí a leer todo según lo escribió -llámame raro, llámame X- y todo pensando en disfrutar aún más Brooklyn Folleis -lo de la no traducción será culpa de algún MBA de turno- y Viajes desde el Scriptorium . Me disponía a pillar el primero cuando han reeditado EL libro de las ilusiones en formato grande y, como soy un fetichista y no me gusta mucho Anagrama de bolsillo, me lo he comprado inmediatamente y tendrá que ser el próximo. Respecto a Beigdeber, creo que no compartimos mucho la opinión. Iba a comentarlo en esta entrada pero lo dejaré para la del mes que viene... sí, porque creo que este tipo de entradas se va a convertir en una asignatura mensual.
Un abrazo a todos. Incluso al vendedor de aspiradoras.
Puede que no haya sido a sabiendas, pero estoy convencida de que mucha literaruta nace de una moleskine y mucha se queda para siempre en muchas moleskines...llámame rara, o fetichista...pero para mí son mucho más que una libreta.
Una vez más aciertas de pleno. He leído todos los recomendados a excepción de Carnaval. Sin duda, una vez más me fío, y hoy que estaba a punto de emprender camino hacia la librería...será más fácil escoger.
Hablando de Hornby, has topado con una de mis debilidades...lo británico; así que a parte de recomendarte(como ya hizo Buxter) 31 canciones (imprescindible ser amante de la música), recomendarte (si no lo has hecho ya) que le abras las baldas de tu estantería a Julian Barnes...no te arrepentirás(a riesgo de confundirme, claro, que para gustos ya se sabe...).
Biquiños!
Ottinger ; Consultado el Tarot y el Tribunal de Disputas Comerciales de la OMC la reclamación ha sido desestimada. Sigue Jugando
Mierda de modernidad.