Vaso Roto, de Alain Mabanckou.

Hacía tiempo que buscaba la oportunidad de comentar literatura africana. El blog, sin duda, comenzó por los politiqueos que tanto gustan a este que escribe, pero El Señor Kurtz tiene una inevitable referencia literaria –que no africana- y por tanto había que saldar deudas. Aún coleando en mi estantería están otros títulos africanos, leídos y no leídos, que esperan comentario. Pero actualidad llama y como hace bien poco salió el último africano que me he leído empezaremos por el final, que siempre es una bonita manera de empezar.

Así pues, inauguramos los comentarios sobre literatura africana –léase, escrita por africanos y africanas, que no sobre África, de la que ya daremos buena cuenta. Y comenzamos con Vaso Roto (título original Verre Cassé), novela finalista del Premio Renaudot en el año 2005 y que casualmente firma Alain Mabanckou, ganador del mismo premio literario en 2006 –debe ser que le pasa como a Eduardo Mendoza. Como todo indica, título original y premios, está escrita originalmente en francés. Éste es un hecho que destaca de todas las obras de africanos y africanas. ¿Qué lengua elegir? El escritor africano se presenta siempre, en un momento u otro de su vida, ante este dilema. Puede seleccionar el idioma en el que fue criado, probablemente una lengua minoritaria en donde creció. Puede optar por otra lengua africana, la dominante en su región –ya sea Swahili o cualquier lengua Bantú. Con estas dos opciones reivindicaría su capacidad cultural para expresarse por escrito –algo que, desde Hegel, ya se le reprochaba a las lenguas africanas eran su incapacidad de ser traspasada a papel, carecer de historia escrita propia. El único problema de estas opciones es que con ambas su difusión queda impresionantemente reducida a causa de los problemas de analfabetismo en África o incluso de las dificultades de encontrar un editor en el extranjero. Sin embargo tiene una tercera opción. Ahí se presenta la lengua colonial, el inglés, el portugués o el francés –no hablemos del español, que en Guinea Ecuatorial no tienen el horno para bollos. Normalmente estas lenguas son co-oficiales en los Estados africanos, e incluso a veces los documentos legales han de ser redactados en ellas. Escribir en esta lengua abre las puertas a ser leído por mucha más gente de manera más directa, abre las puertas a editar directamente en la antigua metrópoli. Pero a mi juicio sigue proyectando el encuentro colonial en toda su magnitud. Quizá la opción de una lengua regional, seguida de un esfuerzo editorial desde África por publicar y distribuir las obras entre los swahiliparlantes, por ejemplo, podría ayudar a comenzar un circuito africano que las editoriales extranjeras –fuertes multinacionales- tuvieran que tener en cuenta.

En cualquier caso, y retomando lo que nos ha traído hasta aquí, el libro de Mabanckou es una serie de catastróficos relatos que reflejan a personajes hundidos en su humillación e incapaces de desear salir de ella. La estructura del libro es bien sencilla, todo nos sitúa en un bar de la capital Brazzaville, en la República del Congo, que se llama el Crédito se fue de viaje –permítanme decirlo, pero el nombre me parece todo un acierto, vamos, yo frecuentaría un bar con ese nombre… es inevitable. Allí, su dueño, Caracol Tozudo, anima a su más fiel y culto cliente, Vaso Roto, a escribir un libro que cuente las historias que les han sucedido a los clientes del bar. Vaso Roto, verdadero protagonista del relato y no el bar, no quiere escribirlo, pero lo hará debido a su amistad con el dueño. La desgana se dejará notar en la manera en cómo cuenta estas memorias suyas.

El estilo del libro roza lo vulgar. Al menos la traducción al español, que está cerca del fenómeno poligonero. Sin embargo éste no es óbice para que Mabanckou sepa usar a su culto africano para observar la realidad de los fracasados de un bar de Brazzaville. Como en todos los bares, los fracasados se sientan a beber. La peculiaridad de éste consiste en que además de tener clientes fracasados, éstos sienten necesidad de verse inmortalizados para la posteridad en el libro de Vaso Roto, y los méritos que todos van a alegar serán los mismos: nadie fracasó más que yo. Así se suceden los primeros relatos de tan dispar destino pues uno podrá leer verdaderas genialidades de ironía política y acontecimientos escatológicos que harán reír hasta la carcajada y, al tiempo, relatitos sin la menor importancia y con una fuerza más que relativa que, además, destilan un tufillo machista achacable a los personajes y no al autor.

La segunda parte decae en cuanto a reflejo de personajes variopintos, y se centra más en el narrador dentro de la narración; Vaso Roto. En primera persona, éste nos dejará un sucinto análisis de lo que hasta el momento ha sido su vida a través de miles de referencias literarias -especial mención para las memorias de Chateaubriand. Para alguien que haya leído bastante a los grandes de la literatura, en especial la francesa, ésta parte puede suponer todo un deleite. Para los que hemos leído menos algunas referencias se nos escaparán, pero disfrutaremos de las que encontremos y hará desear poder entender el resto.

Ésta es, por tanto, una buena oportunidad para leer algo africano. Si no por la calidad, que no es abundante a raudales, sí por lo entretenido de algunos pasajes y por la facilidad de comprensión de la trama, por la credibilidad de los personajes más extravagantes y por la Gran Literatura que destila el libro. Eso sí, antes de correr a la librería más cercana en busca del mismo, les recomiendo acudan al catálogo de una biblioteca pública pues a 20€ el librito de 169 páginas ya les vale a los de Alpha Decay. Y si al abrirlo tras la compra les ocurre lo que a mí, que ven en sus páginas centrales un cartelito que indica que ha sido publicada con financiación pública gracias al Programa de Publicación de cooperación España-Francia, pues ni les cuento. Es de agradecer el esfuerzo de esta editorial en sacar a la luz una colección como Alfanaque, con títulos tan sugerentes, además de éste, como Los soles de las independencias o Quand on refuse on dit non, del añorado Ahmadou Kourouma, pero a estos precios sólo nos queda acudir al servicio público esperando que no se convierta de pago o, aunque no toque aquí, acudir a medios más justos [guiño, guiño, guiño, Teddy Bautista, guiño, guiño, guiño].

Comentarios

Pitikipiripi ha dicho que…
Sorprendente análisis de la elección del idioma en el que escribir, sorprendente digo, por alguna conversación que mantuvimos alguna vez a cerca de esta misma cuestión.
El libro, dan ganas de leerlo, como casi todo lo que hablas de escucharlo por la entrega con que lo haces.
Por cierto, ¡Que bien escribes!
Anda, por fin alguien que se anima. Al final vas a tener razón. Son muchos los que leen, pocos los que hablan... ¿qué pasaría si nadie comentara nada?

Un abrazo Pitikiripi. Prometo refundir mis opiniones sobre el uso de las lenguas en una próxima entrada de La Situación del Espectáculo.
:::ninfa::: ha dicho que…
Debo reconocer la buena calidad de tu blog, llegué a él por coincidencia y me agrada mucho poder encontrar opiniones tan certeras respecto de temas interesantes como los que tú publicas.
Muchas gracias, :::ninfa:::, la divulgación es un reto del blog, y cruzar el charco es un orgullo.

Bienvenida.