¡Extranjeros, por favor, no nos dejéis solos con los franceses!
Graffiti parisino, 1995.
Parece que fue ayer que París se quemaba –otra vez y van…- y en realidad ya ha pasado un año desde que las revueltas de los hijos de la inmigración sembraran el pánico por la República Francesa.
Los incidentes que ahora recordamos, con institutos y coches calcinados, la serie de altercados nocturnos que tuvieron lugar, principalmente, en el llamado cinturón rojo de París se debieron, más allá de los acontecimientos casuísticos, a la anomia social que allí reside. La revuelta se llevó a cabo por unos jóvenes hijos, nietos y sobrinos de aquellos inmigrantes que en las décadas de la postguerra caminaron desde las ciudades aún coloniales a la metrópoli parisina con el objetivo de mejorar sus vidas a cambio de contribuir en la reconstrucción francesa. Un movimiento de inmigrantes que contribuyó definitivamente a levantar la destruida Francia así como la arrasada Alemania.
Dos han sido los modelos paradigmáticos de integración de la inmigración y, a pesar de las evidencias que señalan sus fracasos, aún hay quien los defiende hoy. Más allá de las propuestas de un carnet por puntos para los inmigrantes, el modelo británico se constituía por el llamado ghetto. En el Reino Unido, la afluencia de distintas comunidades con presencia en el Imperio Británico, contribuyó al establecimiento de barrios aislados de la comunidad británica –al menos de la clase media-alta- en donde la ley predominante era la comunitaria y la aplicación de las leyes británicas se reservaba para los hechos más graves. Así ocurrió cuando desde una mezquita de un barrio de Londres se publicó la fatwa iraní que condenaba a muerte al escritor Salman Rushdie por su novela Los versos satánicos. También cuando se encontraron conexiones entre los atentados del 7J en Londres y varios miembros de diferentes comunidades. En ambos casos la policía no respetó esa supuesta aplicación de la ley comunitaria y actuó de manera normal. Sin embargo el modelo empieza a rechinar y resquebrajarse. Parece que el pensamiento británico de dejar vivir y respetar absolutamente todos los modos de vida mientras no distorsionen el british way of life –que también lo hay- está cambiando. Las declaraciones de Jack Straw y del mismo Tony Blair llamando a la eliminación del velo así como el despido de una azafata por la compañía British Airways por negarse a retirar un crucifijo de su uniforme, denota que la situación está cambiando. El hecho de que el 7J fuera perpetrado por diferentes individuos de comunidades inmigrantes y otras características de estos atentados son en sí mismos una muestra de que el modelo británico, que tan bien asentado se creía, no funciona.
Contra este modelo de dejar vivir, aislar a cada comunidad físicamente y en sus valores, el modelo francés proponía la integración bajo el velo del republicanismo. La mejor expresión del modelo vino hace unos años con la prohibición del velo en la escuela así como otros símbolos religiosos en nombre de un valor, el laicismo, que estaba presente en los principios de la República. Mientras los británicos consentían con orgullo que los símbolos religiosos como el turbante shij o el velo islámico fueran parte de su vida pública, los franceses aseveraban que sus inmigrantes estaban plenamente integrados en la vida republicana, de manera que las normas comunitarias sólo se aplicaban a la vida privada y en ámbito de lo público dominaba ese republicanismo tan francés.
Obviamente ninguno de los modelos era perfecto así como ninguno se llegaba a desarrollar plenamente en la sociedad. En ambos casos había un racismo latente muy presente en cada comunidad. Sin embargo ambos se impusieron como modelos a imitar en Europa y en el mundo y acallaron las voces de otros modelos diferentes como podría ser el alemán.
Si alguien busca un por qué de los altercados de París de hace un año, no ha de recurrir a fuentes sociológicas muy sesudas, sino que topando con una película, a la que desde aquí se da bastante credibilidad, será suficiente.
El Odio –La Haine- fue rodada en 1995 por Mathieu Kassovitz. En la película se refleja la vida de tres jóvenes de una barriada marginal durante unos altercados similares a los de hace un año. Recorremos un día en la vida de un chico judío, otro árabe y un tercero negro quienes, absolutamente sin nada que hacer, tratan de ocupar las horas del día encontrándose, inevitablemente, con diferentes problemas. Para evitar dar pistas que desvelen los acontecimientos narrados, sólo reproduciremos aquí el chiste que la voz en off cuenta al comenzar la película y que describe bien todo aquello que en ella acontece así como los sucesos de hace un año.
“Un hombre se arroja desde un piso cincuenta y, mientras va cayendo, piensa: “Hasta aquí no hay problema”. Pasan los pisos y el hombre continúa en caída libre e insiste: “Hasta ahora no pasa nada”, “Hasta aquí no se está mal” pero más rápido de lo que se espera…”
Que la disfruten.
Comentarios
Yo no creo que se deba tanto a un problema de integración como del más puro clasismo de toda la vida de Dios. En los sucesos parisinos, aquellos que quemaban coches y revueltas, en su mayoría eran-son víctimas de programas asistenciales recortados, paro masivo, dependencias familiares, marginalidad... y, en eso coincidimos, el fracaso de la educación francesa sobre el inmigrante. Puedes llamarlo integracción o directamente en mi país vivimos así y la República no tolera otra cosa. Todo un conunto de circunstancias que es necesario explorar para comprender la raíz del problema. Puede que suene un poco mal, pero si en Francia aumentarán las ayudas a estos grupos de riesgo seguramente la tranquilidad volvería a reinar por unos años (y tranquilidad es que no salga en la prensa, que quemar coches siguen quemando).
Y probablemente, y en plena precampaña francesa, esto puede que sea lo que suceda. Claro que si sucediese lo contario tampoco pasaría mucho. No olvidemos que la mayoría de los franceses echaban la culpa de la situación a los inmigrantes y aplaudían a Sarkozy cuando decía que expulsaría del país a todos aquellos que no respetasen a la Republica. El ejemplo más destacado en este sentido es Zidane. Después de su cabezazo en el mundial, muchos en Francia dijeron que padecia el típico síndrome del inmigrante al que Francia ha educado pero que es un desagradecido y en cuanto puede vuelve a sus "costumbres".
Y lo que que queda por venir.
salud
Gracias por las apreciaciones.
Y, Canichu, siempre eres bienvenido. Ya sea como lector o como comentarista.
Salud para todos.
Y República también.