Foto de Carles Palacio |
El pasado día 6 de Febrero Suad Zeljkovic, presidente del cantón de Sarajevo, declaraba que la población bosnia no se rebelaría frente al poder ya que no estaba muerta de hambre. Un día después la sede de su gobierno estaba ardiendo, y con ella otros dieciséis edificios gubernamentales por todo el país. Él se vería obligado a dimitir. Fue el inicio espectacular de la Primaverade Bosnia-Herzegovina que, frente a las imágenes de violencia que sacudieron la prensa y les equipararon con Ucrania, ha discurrido por cauces no violentos y efectivos.
Pero la #BosnianSpring no se inició en Sarajevo, sino en Tuzla. En esta ciudad de mayoría musulmana cada martes desde hace más de un año un grupo de trabajadores se reunían para protestar contra el cierre de empresas que anteriormente eran del Estado. Durante los tiempos de Tito y de Yugoslavia, dichas empresas empleaban a miles de empleados. Pero tras la guerra fueron privatizadas y vinculadas a la economía oligarca que caracteriza todo el país. Arruinadas, las empresas van cerrando y aumentando una tasa de paro que ronda un oficialista 27%.
Poco a poco estas protestas fueron adquiriendo una mayor presencia hasta que el mes pasado se extendieron a otras ciudades del país, como Zenica, Mostar, Banja-Luka y la mencionada Sarajevo. La Primavera Bosnia ha tenido menos impacto en la República Sprska –la zona serbia del país-, pero sí un gran impacto en el resto de la federación –la zona compartida por bosnios musulmanes y por croatas católicos. Lo que es común a todas las zonas es que muestran estar furiosos (o indignados) ante el desempleo y el hambre, pero en especial frente a un sistema político basado en la división de las nacionalidades y que es gobernado por un sinfín de administraciones públicas y de grupos políticos que sólo obedecen a sus intereses personalistas.
Los Acuerdos de Dayton de 1995, firmados por Tudjman, Milosevic e Itzetbegovic, dieron paso a la creación de una Bosnia-Herzegovina dividida en dos grandes repúblicas. Por un lado la República de Sprska, con Banja-Luka de capital, y por el otro la Federación de Bosnia. La clave de estos acuerdos consistió en el reparto del poder entre todas las partes beligerantes. Esto provocó la creación de un sistema político extensamente subdividido, con hasta 3 presidentes –uno para cada comunidad- y una Federación de Bosnia fraccionada en 10 cantones.
El fin de las hostilidades no trajo consigo el fin de las tensiones sociales. El sistema político resultante continuaba compartimentando a los ciudadanos respecto a su origen nacional -serbios, croatas o bosnjaks- con la sola esperanza de que el avance en las reformas solicitadas por la Unión Europea (UE) trajera más democracia y el fin del enfrentamiento nacionalista. Sin embargo esto no ha sido así por diversos motivos. En primer lugar porque la agenda europeísta en Bosnia ataca directamente los intereses de las bases nacionalistas, lo que anima a los políticos que dependen de ella a ralentizarlas. Y en segundo lugar porque es la misma UE la que, durante el proceso de negociación de la entrada al club, legitima a los políticos nacionalistas que ahogan a los bosnios. No es de extrañar, pues, que Bruselas animase las protestas en Kiev, legitimando a todo tipo de fuerzas, al tiempo que lanzase comunicados alentando a “continuar con la vida política normal” en Bosnia.
Pero lo que es normal para Bruselas es insostenible para los bosnios. Las tensiones nacionalistas habían llegado al punto de que diversos analistas veían posible la vuelta al conflicto armado en el país en 2011. Para entonces transcurrían quince meses de negociaciones, tras las elecciones de 2010, en las que ningún partido conseguía formar gobierno -y mucho menos sentar las bases de un necesario cambio constitucional- y las perennes voces que reclaman la creación de una república de mayoría croata, a imagen de Sprska, cobraban mayor fuerza. Finalmente, tras dieciséis meses de negociaciones y parálisis política en el país, se formó un gobierno de coalición… que duró sólo dos meses.
La UE ha fracasado en su intento por desenredar unos acuerdos, los de Dayton, que había ayudado a tejer fervientemente. El fracaso del principio del poder compartido que representó Dayton ha venido acompañado del fracaso de la integración europea como mito o camino hacia el desarrollo. Ésta ha sido una de las motivaciones para que los bosnios y bosnias olviden sus diferencias nacionales y concurran juntos en manifestaciones sobre un eje de tres reivindicaciones: trabajo, vida digna y fin de la corrupción. Son las manifestaciones de las tres banderas que, juntas, se enfrentan al poder político y que despiertan los principios de hermandad y unidad de los pueblos balcánicos contra los líderes opresores. Se ha iniciado el diálogo entre las tres nacionalidades, y se ha hecho desde la base y sobre un clima de protesta social.
En los encuentros callejeros los bosnios han vuelto a redescubrirse unos a otros, independientemente del grupo nacional o de la clase trabajadora a la que pertenecen. Simbolizado por brazaletes de color amarillo, los estudiantes se han encontrado con los trabajadores de las fábricas que no cobran sus sueldos, y éstos con los trabajadores inactivos, parados de larga duración y otros grupos sociales. De la fuerza de este encuentro dependerá el volumen del cambio.
Como método de organización, los bosnios han creado los Plenum oasambleas abiertas similares a las quincemayistasespañolas. A través de sus protestas han logrado que cuatro presidentes cantonales dimitieran en los primeros días de acción, provocando que a finales de Febrero el cantón de Sarajevo aceptara en parte sus demandas y creara un gobierno de expertos no afiliados a ningún partido político al tiempo que se producía una rebaja en los salarios de los funcionarios.
El giro antipartidista viene legitimado por la fuerte corrupción existente en la Administración Pública, la excesiva división de ésta y la vinculación con la élite política ajena a los problemas reales. Es una protesta antipartidista, pero no apolítica, que se realiza relativamente cerca de las próximas elecciones y que puede ayudar a generar el cambio necesario para un país situado en el sumidero de la historia europea.
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