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A la hora de escoger ponente que pudiera defender el bando republicano
tuvimos que ser muy cuidadosos. No queríamos a alguien anclado en los conceptos
de la II República, un guerracivilista
más, que nos replicara los eternos –y necesarios- debates de vencidos y
vencedores. Terminamos por contactar al ponente que consideramos más adecuado,
quien aceptó sin ningún tipo de duda, y rechazando los múltiples ofrecimientos
que recibimos cuando buscábamos nombres adecuados.
Pensábamos que el escoger a un ponente monárquico sería sencillo. Al fin y
al cabo, el orden constitucional no hacía tanto que se había establecido, y
muchos de los excompañeros de política de profesores nuestros habían estado
metidos de lleno en la restauración borbónica del 78. Nuestra sorpresa fue
mayúscula cuando vimos que, uno a uno, los ponentes iban rechazando la
invitación de debatir sobre el tema. Incluso rehusaban simplemente defender la
monarquía borbónica sin necesidad de establecer un diálogo con el defensor de
la república. Ni tan siquiera la que luego sería ministra y que venía de una de
las familias más afectas al régimen osó situarse en esa posición. Llegamos, a
la desesperada, a llamar por teléfono a la casa real, indicando nuestra
solicitud de un ponente. La respuesta aún fue más esperpéntica: “Eso tendrá que
hacerlo… un duque o un conde… pero aquí no podemos ayudar”.
Tal fue nuestro bochorno ante la situación que suspendimos el acto y
declaramos el debate ganado por los republicanos por incomparecencia del rival.
3 a 0 y nuevo orden político, vamos.
La reflexión que tuvimos en aquellos días es que aunque la monarquía
borbónica es nuestro régimen político actual, no existían verdaderos defensores
de ella desde el punto de vista politológico moderno. Debe ser difícil defender
un régimen donde lo importante es de dónde saliste, no de dónde viniste. Todo lo
contrario que la República que, más allá del debate histórico y guerracivilista, encuentra defensores en
las diversas áreas de la Ciencia Política o la Economía. Pero, si miramos al
ámbito público, a la agenda del debate político de nuestro país, ¿está el
régimen borbónico en entredicho?
El Caso Noos y otros casos judiciales de corrupción política han sacado a
la luz los tejemanejes de la familia real para la obtención de prebendas
económicas y la asignación sin concurso de contratos públicos. A raíz de este
tipo de corruptelas se está poniendo en cuestión cualquier acción de Juan
Carlos que hasta ahora pasaba desapercibida. Ya sea la caza de elefantes en
Botsuana, la voluntad de llevarse consigo a una persona íntima a los viajes
oficiales, o incluso se cuestiona su papel como embajador económico del país –curiosamente nunca hablaba de
servicios públicos y Estado del Bienestar cuando iba de visita oficial, ni se
llevaba a los gerentes de las empresas públicas españolas para que pudieran
aprender y enseñar en otras empresas públicas de otros países.
El Caso Noos ha sido paradigma de la defensa de la restauración borbónica
que han realizado todos los medios y personajes públicos de este país. Notable
fue que todos los suplementos dominicales de un domingo de noviembre de 2011
–en el primer momento bajo del juancarlismo-
llevaran monográficos de diversos tipos alabando la figura de Juan Carlos y,
tangencialmente, de Sofía. Como notable está siendo ahora la nomenclatura que
utilizan los diarios del régimen borbónico para referirse a las acusaciones o
insinuaciones de Diego Torres en el tribunal. Mientras que los correos de
Torres apuntan claramente a Juan Carlos, los titulares periodísticos le
refugian en el nombre más genérico de casa
real.
Con todo, a pesar de que el sentir general de la ciudadanía está en la
indignación para con el régimen borbónico, el debate público comienza a girar
en torno a la figura de la abdicación o la sucesión, y no en torno a la figura
del cambio de régimen. Tal es así que cuanto menos lo esperemos Juan Carlos
firmará la abdicación o fallecerá y el debate público –de inagotable luto-
terminará coronando a su hijo Felipe, quien heredará un país y unas prebendas
políticas y económicas como quien hereda un huerto.
Es momento, por tanto, de configurar un espacio público republicano en
España. De que comiencen a surgir figuras públicas de –hasta ahora- privado
republicanismo y que se posicionen públicamente a favor de un cambio de
régimen. De que giremos el debate público monárquico, centrado en la figura del
juancarlismo, y comencemos a realizar
ese debate monarquía/República que nunca fuimos capaces de organizar. Los
monárquicos están en los medios de comunicación de masas, y los republicanos
estamos metidos en el armario.
En esta estrategia las redes sociales han de poder romper el medio de
comunicación tradicional. Por eso, desde aquí, se ofrece una propuesta
centralizada y otra descentralizada para realizar una acción que,
suficientemente grande, incida en los medios tradicionales. Ambas consisten en
la realización de vídeos de menos de 1 minuto, colgados en YouTube y difundidos
en las redes sociales (#YoSoyRepublicano) donde la persona en cuestión afirme
“Yo soy republicano”. Por el lado descentralizado, consiste en que todos los ciudadanos
que se quieran sumar cuelguen su vídeo y lo difundan por sus redes sociales, utilizando el hashtag antes mencionado. Sería bueno establecer un día concreto de subida de estos vídeos, para aumentar el impacto. Por el lado
centralizado, necesitamos a alguien que sea capaz de recoger las grabaciones de
diversos personajes públicos, gente del mundo de la política, la cultura, el
deporte, el periodismo, etc. que se sienta republicano y quiera salir del
armario.
Con esta acción se podría iniciar a romper el muro del debate público que
se ha creado en torno al republicanismo. A partir de aquí surge la necesidad de
estructurar un argumentario republicano actual, dejando atrás el debate sobre
la II República que ha capitalizado la derecha monárquica.
Comentarios
No creo que todos los republicanos estén en el armario. Pero sí creo que algunos republicanos lo están por el frío que creen que hace fuera.
Uno de los problemas que tiene España en esta cuestión es que quien tiene que salir del armario es la derecha republicana. No la caudillista, sino la republicana (no confundir). Con esto de los elefantes, los Nóos y las princesas alemanas mucha gente ha conocido una parte que los medios nunca había contando de la muy idílica Familia Real española. Gesto de desaprobación, crítica y al final de la sala banderas tricolores. No, mejor no. Me quedo como estoy con mis críticas que 'eso son cosas de la guerra'.
La izquierda debe dejar de patrimonializar la República como si solo fuese cosa de la II. Sí bien es cierto que, según todas las encuestas, cuanto más te alejas de las generaciones que han vivido la postguerra, dictadura y transición menor apoyo obtiene la monarquía (por lo que podríamos ir superando la asimilación II República = Guerra Civil), la construcción u ordenación de un nuevo modelo de Estado exige que tenga carácter integrador. No de memoria, ni de redención. Y en eso los republicanos (los de la tricolor) no brindan un favor a la República como forma de Estado.
La III República, que veremos llegar durante el reinado de Felipe VI, tendrá carácter integrador o fracasará. Los republicanos que deseen salir del armario tienen que tener claro que el lugar hacia el que caminamos no es 1931 sino el futuro. Ese es el gran ardid de la monarquía que hay que eliminar para que esto siga adelante y la ciudadanía pueda debatir qué le interesa más, si un sistema político en el que la cabeza del Estado es elegido por sus méritos o por pertenecer a una familia. Algo que determina, trágicamente, la idiosincrasia de todo el sistema.
[Aprovecho para pedirte que cambies el enlace de mi blog...]
Me encanta la idea de "viral" que has montado. Te parece si montamos un proyecto??
Abrazos libertarios