Admitámoslo. Con un título como éste es casi imposible que tu espíritu gamberro, ese que aún te anima a contar chistes escatológicos en cuanto tienes la oportunidad, no te obligue a abrir el libro. Dicho y hecho.
La librería era un nido de silencio. Esos silencios que sólo albergan ciertas librerías los días después de las grandes compras. Claro, si haces el Sant Jordi una semana más tarde de lo que corresponde parece que ha pasado un huracán por la librería. Estanterías semivacías, con los ejemplares apilados en algunas esquinas, otros torcidos, apoyándose en sus compañeros como si necesitasen reposar de tanto esfuerzo, las mesas casi vacías y desordenadas.
El ambiente post catastrófico se había trasladado a los pocos clientes que allí nos juntamos una tarde. Pocas miradas y muchas menos palabras, con un único y constante sonido de fondo del teclear del ordenador de la dependienta. Y, casi sin querer, te topas con un libro Lamentaciones de un prepucio. Se activa entonces ese espíritu gamberro que abre el libro, lee la primera página y enciende dentro de ti ese pequeño saco de la risa. Te sacudes en mitad de unas carcajadas incontroladas y comienzas a pensar que tu vida no estará completa hasta que hayas podido leer y reírte este libro.
¿Qué es lo que explica esa primera página de Lamentaciones de un prepucio? Explica la obsesión de su autor, Shalom Auslander, con dios. Pretendidamente autobiográfico, este libro escenifica la violenta relación del autor con un ser superior al que imagina manipulador, vengativo y a la vez paciente en la planificación de su venganza. Un ser capaz de esperar a que la felicidad total y plena alcance a sus criaturas para castigarla de la manera más cruel que uno se puede imaginar.
Auslander procede de una comunidad ortodoxa judía de Nueva York. Sin embargo él no encaja en la infinidad de normas contradictorias que le intentan meter en la cabeza. Un tema que ya ha sido muy tratado tanto en la literatura como en el cine. Sin embargo la novedad del libro de Auslander reside en la ya mencionada relación con dios. Auslander, de espíritu gamberro, sigue atreviéndose a contravenir las reglas de la fe que ya no profesa, y a cambio piensa que dios va a por él. Que le espera a la vuelta de cada esquina para enviarle una maldición o asesinar a su ser más querido de la manera más irónica concebible. Por eso, cualquier buena noticia se convierte en seguida en un temor irracional dentro de él que lo lleva a intentar compensar su felicidad con el cumplimiento aislado de alguna regla religiosa.
Escrito con un gran sentido del humor, el libro no termina de ser más que un chiste. Un chiste contado a lo largo de 298 páginas, que se extiende más de lo que uno desearía ya que, una vez que has entendido el sentido del chiste, lo que quieres es que acabe.
Por el contrario, más allá del chiste podemos encontrar un gran contenido de cultura religiosa judía. Al menos en este país –que no se dice “este país, que se dice España”- la cultura judía está poco menos que escondida. Frente a los cursos de cultura árabe, china, japonesa y tantas otras, la divulgación de las tradiciones judías y, sobretodo, de su cultura religiosa –con sus normas y sus concepciones del mundo- están ausentes del conocimiento colectivo. Auslander, siempre en clave de humor, nos explica la extrema complejidad que entraña la bendición de la mesa para un judío. También cuenta la dificultad de vivir un Sabbath sin poder encender una bombilla –y el porqué de no poder encender una bombilla en Sabbath. De manera que, al mismo tiempo que se conoce la religión judía, uno se puede reír de sus normas y comprender la dificultad de la existencia de Auslander hasta que logró salir de su comunidad.
Es este es uno de los méritos del libro de Auslander. Que te hace reír de una cultura que no conocías, algo que todo adolescente que llevamos dentro es capaz de apreciar y de valorar. Algo que toda cultura debería hacer de sí misma, aunque en ocasiones sea doloroso. Algo que, por desgracia, la mayoría de las culturas considera sagrado y termina por ser castigado. Por suerte para Auslander, dios de momento sólo le ha castigado con una colaboración habitual en la gran The New Yorker, la publicación de este libro, un matrimonio feliz con una mujer judía con la misma carencia de fe que él y el nacimiento de su primer hijo. Y sí, como ya supondrán, la venganza de dios que Auslander imagina contra él será de carácter bíblico. O talmúdico, como prefieran.
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