Imagining the Congo, de Kevin C. Dunn (I)

El libro de Kevin Dunn trata sobre las relaciones del Congo con los agentes exteriores según el discurso de la identidad, de hecho su subtítulo es toda una declaración de intenciones: The International Relations of Identity. Desde el principio, Dunn afirma que estudiar la identidad del Congo es estudiar las imágenes que de África se tienen en occidente. En él la imagen colonial recreó todos los mitos sobre África asentándolos como hechos irrefutables, lo cual explica su permanencia hasta estos días. La imagen del Corazón de las tinieblas de Conrad aún no ha desaparecido, creando un complejo bloque de imágenes las cuales primeramente las disfrutaban los colonizadores, más tarde se mostraron en las relaciones entre éstos y los colonizados y, por último, entre los mismos colonizados. En una obra de similar planteamiento al estudio del orientalismo que hace Edward Said, Dunn nos acerca a la historia de una región que, como tal, no existía hasta que los europeos la crearon y que al sufrir una colonización tardía, muestra de manera brutal las derivas del colonialismo y de las políticas posteriores respecto a África. Dunn estructura el libro en 4 grandes capítulos que solapan los 4 momentos más importantes de la historia congoleña, a saber: Colonización, Proceso de Independencia, Gobierno de Mobutu (Zaire) y caída de Mobutu y rebeliones desde el este del país.

El proceso tardío de colonización del Congo implicó la creación misma del espacio físico de la colonia. Antes de llegar los europeos, la región del Congo no mantenía ninguna estructura institucional común. Los europeos, en concreto Leopoldo II y Stanley, fueron los que crearon una identidad espacial, delimitada con fronteras, donde se homogeneizó a todas las poblaciones africanas que en él residían. La “ciudadanía” congoleña, por tanto creada por los belgas, fue concebida como incapaz de ser realizada o desarrollada por las poblaciones africanas. Al africano se le concibo como un ser más animal que humano, materialista y de él surgieron dos imágenes realmente importantes en la historia del Congo. Se le feminizó, es decir, se le adjudicaron los elementos que la identidad europea otorgaba a las mujeres, por tanto eran incapaces de salvarse a sí mismos, debían ser salvados. Por otra parte, eran conceptualizados como un “hijo” lo que establece a los europeos como “padres” que han de guiar a su hijo por el buen camino. Estas dos imágenes van a resultar muy importantes, y podemos rastrear su presencia a lo largo de todos los discursos occidentales, no sólo sobre el Congo, sino sobre toda África.

El Rey Leopoldo II consiguió, a su vez, la creación de una identidad nacional belga en el espejo de la identidad congoleña. Bélgica se concebía a sí misma como una nación poderosa capaz de mantener un imperio en pié. Así mismo, y en el plano más materialista, Leopoldo II vio en la posesión de colonias la manera más rápida de desarrollar la economía belga, sustrayendo materias primas que, como el caucho, tenían una nueva importancia creciente. La intervención colonial belga fue duramente criticada por la campaña del Movimiento para la Reforma del Congo iniciado en Gran Bretaña. Este movimiento demuestra que, a pesar de las feroces críticas que se hizo a Bélgica por sus métodos colonizadores, no se planteaba ninguna crítica a las concepciones sobre los africanos. Leopoldo II se hace con la colonia en un intento de liberar a los africanos del yugo esclavista árabe (imagen femenina). Civilizando a estas poblaciones, las situaciones de esclavitud ya no se volverían a producir. Este discurso belga chocó con las denuncias de dicho Movimiento que, en su campaña del “Caucho Rojo”, denunció la brutalidad de los métodos empleados. Detrás de estas críticas no se escondía más que el rechazo al establecimiento del monopolio comercial belga en la región pues, cuando en la Conferencia de Berlín Leopoldo II logra el apoyo para legitimar su presencia en la zona, lo hace con la particularidad de no ser una colonia estatal, sino una colonia propiedad del rey, asociada a la Asociación Libre del Congo y con la obligación de establecer unos mecanismos que aseguraran la creación de una zona de libre comercio. Cuando la campaña del “Caucho Rojo” estalla, no lo hace para criticar la necesidad de civilizar el Congo, sino para criticar que el libre comercio se encuentra limitado.

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