Dicen, porque yo aún no he encontrado el momento oportuno, que leer a Pynchon es insufrible por su aparentemente ilógica narración. Que las líneas de un relato del ignoto escritor norteamericano destrozan al más pintado por su manía de mezclar personajes y acontecimientos en un novelón de casi mil páginas. Pero sin embargo, también dicen que Pynchon es adictivo. Que si uno es capaz de terminarse Maxon & Dixon o El arcoíris de la gravedad, no parará hasta acabar con toda su bibliografía. No cabe duda, así me he sentido mientras he leído Trampa 22 de Joseph Heller.
La sensación que traigo aquí no es la del lector entusiasmado que corre a recomendar el libro recién finalizado. Tampoco la del hastiado que pide encarecidamente que los quemen. Al libro, al autor y al lector ya de paso. Mi presencia aquí servirá como testimonio de una persona que se terminó Trampa 22, disfrutándolo a mandíbula abierta y detestando volver a él cada vez que se quería retomar la lectura. Porque hay que poner empeño. Tiene el libro momentos en los que uno no se entera bien de qué va la cosa, que hay dejarse entregar a la lectura sin confiar en el autor, simplemente dejando que la sátira o la crudeza de sus páginas se diluyan en la mente y salga de ahí una de las mejores novelas antibelicistas que mezclan humor –del bueno- y guerra.
Nos enfrentamos ante la vida de John Yossarian, un piloto de bombardero norteamericano que, en la Segunda Guerra Mundial –esa que ahoca causa obsesión, dicen-, sobrevuela el territorio italiano desde la base de Pianosa. Yossarian es un tipo normal, sin mucho valor, pero tampoco un cobarde. Es un tipo capaz de ver todo el descontrol al que está llegando el mundo de su alrededor y piensa que la mejor manera de salir con vida de allí es exactamente esa, salir de allí. Pero las dos únicas maneras de que lo manden para casa, una vez descartada la deserción, son bien la declaración de locura por parte del médico de la base, bien que lo licencien tras completar con éxito un número determinado de misiones. Obviamente estas dos maneras se le complican al bueno de John.
Para licenciarse el mayor inconveniente es la demencia de su superior. Éste ve amenazas a su carrera por todas partes y cada acto que realiza es altamente cuestionado por su otro yo, quien le advierte de que fulanito y menganito están al acecho para robarle el puesto y el protagonismo. Por eso se ve forzado a obligar a sus hombres a aceptar las misiones más peligrosas a realizar y aumentar constantemente el número mínimo de misiones para licenciar a los pilotos. Esto último siempre coincide con que Yossarian está a punto de cumplirlas, sumiéndolo en la desesperación más absoluta.
La segunda manera de salir de la guerra y olvidarse de todo cuanto antes conlleva la declaración de locura por parte del médico de la base. Éste se presta absolutamente al asunto y le dice que le firmaría la declaración de locura ahora mismo si no fuera por la Trampa 22. ¿Qué es la Trampa 22? Pues es una norma militar que indica que sólo los locos saldrían a combatir en la guerra, al tiempo que dice que sólo los locos tienen permiso para rehuirla. De manera que, si acudes al médico para que te declare loco, estás demostrando que eres mentalmente sano, pues sólo un cuerdo es tan listo como para hacerse pasar por loco y así librarse de la guerra. La otra alternativa es acudir, como un loco, al combate y así cumplir el número mínimo de misiones determinado por la jefatura y poder licenciarse. Pero como ese número no para de aumentarle al pobre de Yossarian, éste se ve atrapado entre miles de personas que tratan de matarle. El coronel, el capitán, los alemanes, su jefe de intendencia, quién ha organizado una empresa cooperativa de suministro de productos –cualquier producto- en cuyo accionariado están las tropas norteamericanas, las italianas, las alemanas, los civiles italianos y muchos más. ¿Han entendido ya por qué resulta tan desterníllate pero a la vez tan complicada?
Si a todo este engranaje le sumamos que el libro está escrito como si el lector ya supiera lo que le aconteció a tal o cual personaje, con un desorden en los capítulos tal que pareciera que Heller los escribió primero y luego los tiró al aire para que al caer se ordenaran solos, nos encontramos ante el reto postmodernista del mes. A buen seguro que complacerá a los que poseen un fino sentido del humor y una habilidad innata para dejarse torturar por las escenas más macabras.
Porque durante todo el libro se alterna eso, sátira y dolor. Son los dos sentimientos que Heller encuentra en la guerra. Sátira en la estructura burocrática del ejército, en lo que la guerra hace al interior de las sociedades, deformándolas como ningún otro acontecimiento social y propiciando que tanto el bien como el mal se den en sus más altos niveles, sin pasar por los climas templados. Y dolor, porque como bien dice Yossarian, todo el mundo trata de matar a todo el mundo. Porque un soldado muerto que salió a combatir sin firmar la hoja de registro no es un caído, sino un fugado. Más aún cuando la muerte que te espera es descomponerte en un instante en mil cachitos de ti mismo que caen incendiados sobre los pastos italianos.
A destacar sin duda el buen retrato de la sociedad castrense que Heller hace durante toda la novela. La describe ajena al conflicto, gestionando los inconvenientes a su carrera, permitiendo cuanto esté en su camino para el siguiente ascenso, presa de la opípara costumbre de la corrupción y del aparente éxito. Los personajes que rondan cerca de Yossarian son cada cual reflejo de las muchas tentaciones que ofrece la liberación de hombre a través de la guerra, la permisividad total ante la presencia de una muerte más probable y cercana que recóndita y heroica. Los acontecimientos más cercanos al campamento de Pianosa obtienen un plus de paroxismo que provoca que el relato no se olvide nunca.
Una importante adquisición sí. Y un importante reto también para todos aquellos que se aventuren en Trampa 22, porque desde luego la vida y los conflictos no serán los mismos desde entonces. Atrévanse con los postmodernistas como Heller y confíen en lo que les digo. Ya saben que yo no soy Thomas Pynchon.
“Había decidido vivir para siempre o morir en el intento”
Trampa 22, de Joseph Heller
Comentarios
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sobre JUNO
ha sido seleccionada para hacer parte de la revista BLOGJUAN del mes de febrero:
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Un saludo, y felicitaciones por el bló.
Respecto a la entrada, la verdad es que nunca había oído hablar de Joseph Heller, pero la susodicha "trampa" me ha llamado bastante la atención: el retorcimiento de las normas es placentero para quienes tenemos formación jurídica. No es que falten libros pendientes, pero veremos qué se puede hacer con éste... porque Pynchon me da miedo sólo nombrarlo.
¿Pynchon? El miedo conduce a la ira, la ira conduce al odio, el odio conduce... bueno, ya sabes el resto.
En ese sentido, y echando un vistazo a tus lecturas antibelicistas, me quedo sin duda con "Las aventuras del buen soldado Svejk", pero en todo caso esta 'Trampa 22' es una lectura muy recomendable e imprescindible para interesados en el tema.
Saludos.-