Antes de abrir el desarrollo del libro merece que nos detengamos en la figura de su escritor. Vladímir Voinóvich es un escritor nacido en Tayikistán que se procuró un futuro dentro de las filas del Ejército Rojo. Sabiendo que lo suyo eran las letras, Voinóvich no tardó en reconvertirse en cronista y periodista radiofónico. Las detenciones de literatos rusos que se practicaron en los 70 hizo que Voinóvich comenzara su giro disidente e hiciera uso de su ironía y su sarcasmo para trivializar la importancia de la política soviética. Expulsado primero de
La edición que Los Libros del Asteroide nos propone lleva un prólogo sobre literatura rusa de Horacio Vázquez-Rial que no tiene desperdicio. En él se nos incluye a Voinóvich dentro de la ya clásica literatura rusa de corte irónico y sarcástico y no le va a faltar razón, la verdad.
Argumentativamente, el libro comienza en los días previos al inicio de la guerra entre
El libro tendrá dos fases claramente diferenciadas. En la primera Chonkin se nos presentará como un torpe soldado soviético, que no entiende la lógica que rige en el Ejército Rojo. Vamos, que Chonkin será fiel reflejo de cualquiera. Inmerso en una Institución que de tomarse tanto en serio a sí misma ha sido incapaz de ver lo ridícula que era, Chonkin no encontrará razones donde se supone que claramente las hay, no entenderá los principios marxistas que le tratan de imponer. Incluso cuando se encuentre en situaciones comprometidas, sólo sabrá responder sentencias ilógicas dadas por sus mandos, hasta que se de cuenta de lo ridículas que son y comience su giro de personalidad hacia lo que realmente es: un campesino de vida tranquila.
La segunda parte será un desfile de personajes tan hilarantes que no tiene desperdicio. Voinóvich se encarga de que conozcamos los mecanismos más ínfimos de la maquinaria de represión soviética y, como si de un Esperpento de Valle-Inclán fuera, nos va presentando situación tras situación, con los miedos de unos –los represaliados- y de otros –los represores. Aunque a decir verdad serán estos últimos los que tengan más miedo. A más que perder, más miedo. Eso es innegable. Y que te quiten el carnet acusado de ser anarquista por no convocar una manifestación y permitir sin embargo que ésta se convoque de forma espontánea es sin duda para tener miedo.
Cabría suponer que en una novela donde lo absurdo reina a sus anchas la credibilidad de las situaciones es más que cuestionable. Sin embargo esto no es así. Voinóvich tiene la habilidad de hacernos creíbles tales situaciones al meternos en la mente de cualquier personaje que nos presente. Las descripciones de todos y cada uno de los personajes nos conducen a lo ya comentado: el miedo. Éste es un elemento fundamental de la vida de los campesinos, de los funcionarios, de los jefes, hasta de los caballos. Todos arrastran miedo por donde quiera que vayan y dejan que éste les dicte qué es lo que tienen que hacer. Las situaciones se vuelven de una verosimilitud tal que de terrorífico que es uno no puede sino soltar la carcajada -¡atención lectores del suburbano!
En definitiva simpatiquísima novela antimilitar, divertida y fundamental para ver lo absurdo que hay en el mundo y aprender que no hay que tomarse demasiado en serio a sí mismo. Quizá no se lea del tirón por culpa de un estilo un poco áspero -no se sabe bien si debida a la traducción o al estilo de Voinóvich- pero bien merece ese pequeño esfuerzo de acabarla. Aunque sólo sea por el Camarada Stalin.
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