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Desde que leo a Kapuscinski no he parado de recomendarlo. Con la misma compulsión con que compré mi primer libro les he recomendado a mis conocidos que lo lean, lo regalen o, simplemente, lo compren para casos de emergencia en donde necesiten saber que, en el mundo, nunca se está solo. O mejor, nunca se estaba solo, pues desde el pasado Martes 22 de Enero de 2007, Ricardo ya no está con nosotros.
Uno puede leer los libros de Kapuscinski del tirón, como se hace con los buenos libros de relatos y sin pararse a pensar en cada situación por él descrita. Pero también puede detenerse en cada rincón del libro y retroceder a aquello que pudo suceder antes en aquel lugar en el que Kapuscinski conoció a tal o cual personaje. Puede detener el tiempo y contemplar la tragedia que el autor vivía en tiempo presente. [...]
Desde que leo a Kapuscinski no he parado de recomendarlo. Con la misma compulsión con que compré mi primer libro les he recomendado a mis conocidos que lo lean, lo regalen o, simplemente, lo compren para casos de emergencia en donde necesiten saber que, en el mundo, nunca se está solo. O mejor, nunca se estaba solo, pues desde el pasado Martes 22 de Enero de 2007, Ricardo ya no está con nosotros.
Uno puede leer los libros de Kapuscinski del tirón, como se hace con los buenos libros de relatos y sin pararse a pensar en cada situación por él descrita. Pero también puede detenerse en cada rincón del libro y retroceder a aquello que pudo suceder antes en aquel lugar en el que Kapuscinski conoció a tal o cual personaje. Puede detener el tiempo y contemplar la tragedia que el autor vivía en tiempo presente. [...]
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