Ya está. Ya lo he hecho. Ese mamón de mi vecino no podrá molestarme más. Les cuento. Hace ya mucho tiempo que mi vecino me viene molestando. Bueno, en realidad no es mi vecino, es su hijo pequeño. La verdad, no entiendo cómo ese hijoputa ha educado a su hijo. Si yo fuera su padre le había pegado un par de hostias hacía ya tiempo. En fin. El caso es que el cabrón ese del niño siempre me andaba incordiando. Un día me rayaba el coche. Al otro daba con la pelota en mi garaje. Un sin vivir, oigan. Con el padre no se podía hablar. Decía que él le regañaba constantemente. En cuantito sabía que había hecho algo trataba de castigarle. Pero él se escapaba o no le escuchaba, se quejaba el blandengue. Así que al final he tenido que ponerme serio y he hecho lo que tenía que hacer. Siempre se lo dije a mis otros vecinos. El día que menos lo esperéis me pongo y acabo de un plumazo con todo esto, les decía. No olvidéis esto que me ha hecho cuando termine por ir a por él, comentaba. Algunos me decían que cuánta paciencia tenía. Otros se ofrecían a ayudarme. Y los había incluso que me criticaban. ¡Me criticaban como si yo tuviera la culpa! Decían que cuando el chico me rayó el coche con la bici la culpa fue mía por haberlo dejado mal aparcado, con el morro medio en la acera y el culo dentro de la carretera. ¡¡Sólo fueron cinco minutos y ese cabronazo de niño perdió el culo por rayármelo!! Llevábamos muchos años así. Tantos que no podría contarlos. Pero ya no volverá a molestarme más ese pequeño cabrón, pues hoy he matado a su mujer. Sí, y lo he hecho delante de él. Siete balazos, como las tejas de mi tejado que él rompió hace unos años. Cómo lloraba desconsolado al lado del cadáver de su esposa muerta, el pobrecito. Francisco, el vecino de enfrente, se ha portado. Estaba descansando en la entrada de su casa cuando todo ha ocurrido. Y cuando la acción ha empezado él no ha parado de animarme y de decirme que si quería o necesitaba ayuda. Qué ayuda voy a necesitar, hombre, si llevo ya mucho tiempo preparándome para esto, le contesté. Y es verdad ¿eh? Aunque todo me ha salido como si lo acabara de improvisar esto lleva ya muchos años de planificación, no se crean. Meticulosidad, esa ha sido la clave, sí. Evidentemente el comprar el arma adecuada me llevó poco tiempo. Esa fue la parte fácil, pues buscar una pistola automática capaz de disparar siete tiros con pocas o nulas probabilidades de encasquillarse… todo el mundo es capaz de eso, claro. Como también puede hacer todo el mundo prácticas de tiro seis veces por semana. Es cuestión de organización y de no hacer caso a aquellos que te dicen que te estás obsesionando. Ellos qué sabrán, si no han tenido que convivir con ese mamón. Obsesionado estaba hace tiempo, cuando pensé en matarlo a él. Fue tras una charla con mi consejero espiritual cuando me decliné por no matarle a él, sino a alguien cercano. Supuse que uno de sus hijos sería el blanco más lógico, aunque su mujer también ha estado bien. El caso es que, para evitar ser acusado de asesinato –esta es la parte buena- investigué y encontré que, avisando previamente todo quedaba resuelto. Naturalmente no puedes poner un cartel de aviso donde diga “Cuando vea a tu mujer la voy a disparar”. Pero tampoco hace falta. Sólo tenía que colocarlo diciendo “Propiedad privada: todo aquel que cruce esta línea será disparado”. El que avisa no es traidor, dicen. Y tras el cartel, a sentarse y a esperar. Muchas han sido las veces en que uno de sus sucios hijos han estado apunto de pasar la línea. Pero el pequeño bastardo siempre les ha alcanzado antes de que lo hicieran, sabiendo de antemano lo que les iba a pasar. Pero al final, hoy, su mujer ha cruzado la línea. Qué bien me lo he pasado. Siete tiros como siete tejas. Quizás me cueste explicar por qué he seguido disparando después del primer tiro, que además ha ido a la cabeza –las clases han funcionado. Pero ha merecido la pena. Ese mamón ya no me volverá a molestar más.
Hoy, como hace poco más de 3 años y medio hiciera el gran Terry Jones en las páginas del London Observer, he pretendido satirizar la vida internacional bajándola al nivel de la vida cotidiana. Como él hiciera con respecto a Iraq, sirva esto de homenaje a los habitantes del Líbano, y en concreto a los de Beirut, pues han tenido que ver cómo aviones israelíes les mandaban desde el cielo octavillas conminándoles a abandonar sus casas ante el inminente bombardeo por las carreteras antes destruidas por esos mismos aviones israelíes.
Comentarios