El dedo en el ojo


No me cabe duda del sentimiento colectivo que muchos de los que me rodean tienen. Tampoco de que éste les viene proporcionado por las bien intencionadas voluntades que todos tienen. Sin embargo, no todos están dispuestos a defender ese sentimiento de colectividad cuando en sus vidas les llega el momento, por muy nimia que pueda resultar en realidad la situación. El miedo a destacar en el grupo como aquél que rompe las reglas, la posibilidad de ser señalado por aquél al que pretendes llevar la contraria, provoca en sus personalidades la tan temida ambigüedad. La ambigüedad es una enfermedad cuyo principal síntoma se expresa en los matices, o aquellas justificaciones que le impiden al sujeto enfermo solidarizarse o tomar parte de la acción colectiva. El mayor de los riesgos es que se llegue al camuflaje social crónico, es decir, al esconderse dentro de la masa social pasiva y tratar de no destacar frente a todos los componentes de esa masa. Como mucho, el camuflaje nos permite expresar nuestra solidaridad con causas donde el poderoso está lejos y, por lo tanto, no te puede identificar. Otra causa del camuflaje es, por ejemplo, quejarse sólo a varias personas, formando camarillas que, por lo común, no soportan que ese individuo enfermo se quejes a ellas –de otros- constantemente sin que nunca se atreva a hacer nada para cambiarlo. Pero la más popular de las causas es la propia, es decir, crearse una causa que a los demás, en principio, no les importe.

Para esta última actividad resulta importante juntar varios elementos. El primero de ellos, como dije, es que el colectivo camarilla al que se va a dirigir el enfermo no tenga ni idea de que eso es un problema, o siquiera que existe. La distancia geográfica o temporal del mismo facilita mucho la tarea. También ayuda plantear la reivindicación en los términos ideológicos con los que la potencial camarilla se pudiera sentir identificado. Enfocar el asunto dentro de una reivindicación global o utópica por la que la camarilla tenga simpatías es, por tanto, el segundo de los elementos que tenemos que tener para cocinarnos bien la causa. Por último, conviene tener previsto una serie de respuestas-tipo de carácter ágil, por si a uno o dos de los miembros de nuestra camarilla les da por tratar de solidarizarse con nosotros más de lo debido y -¡alabado sea dios!- nos termina por rebatir nuestra principal motivación existencial. En estos casos hay que contar con el Principio Stanley (PS), que nos dice que el primero en llegar siempre tiene la razón (prometo explicar bien esto en próximas impertinencias de este blog). El PS, por tanto, nos permite ganar las discusiones con aquellos que osen cuestionar nuestra visión sobre la causa ya que, si yo he dicho antes que eso es un problema es porque lo conozco mejor. En caso de empate argumentativo, el PS se activa solo, no hace falta darle a ningún botón.

Y ya está. Hemos hecho de nosotros, ambiguos, y de nuestra enfermedad crónica, el camuflaje, un modo de vida y de los síntomas, los matices, un arte. Con la creación de una causa podremos sobrevivir en tiempos donde el clima social no requiera de una acción colectiva que nos implique, recogiendo los frutos de una imagen potencialmente solidaria y sin tener, por supuesto, que mostrar una solidaridad que nos pueda manchar la ropa. Si los peces me los traen a casa, que se moje el culo otro.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Interesante visión del mimetismo social amarillista y con tendencias caudilistas.
Lo del PS es todo un descubrimiento. No hay como comprarse los librillos de autoayuda en el "todo a 100" (ni euro ni na')para reafirmarse en el pisotón a los demás. Me da la gana.
Harry Reddish ha dicho que…
Hablando de "pajas" en ojos ajenos, que de las propias ya nosotros nos servimos bastante bien; no he entendido muy bien el mensaje. Debe ser la mediocridad intelectual a la que me veo abocado desde que no estoy con vosotros o tal vez el agotamiento neuronal al que me veo sometido diariamente. De todas formas, y en cualquier caso, pretender que la gente tome conciencia de su situación y se lance a la calle a defender sus derechos o los de la colectividad, cuando, como es el caso de nuestras sociedades de bienestar, son muchas las cosas que perder y no tantas las que ganar, es tarea harto complicada, y cuanto menos, imposible. La gente seguirá apoltronándose mientras el equilibrio entre propiedades y carencias se mantenga. Eso es la democracia representativa liberal, la desactivación de las demandas de la gente a través de los procesos de sedación colectiva que son las eximias concesiones sociales y mientras podamos seguir viendo la televisión, cobrando el subsidio por desempleo o pudiendo elegir libremente a nuestros tiranos; la cosa seguirá igual. Tener conciencia política, seguirá siendo el ejercicio de unos cuantos snobs desocupados y con la vida resuelta, me temo.
Por cierto, de dónde sacas esas teorías rarillas del principio Stanley... deja ya de leer cosas raras(a mi ya me lo han prohibido pq empezaba a ver neocons por todos lados). Por último pedirte perdón por no estar a la altura intelectual de tu entrada (ya sabes, muchos somos los llamados, pero pocos sois los elegidos...)
Felicidades por el post
Bueno, como prometí, lo del Principio Stanley lo explicaré en una nueva entrada en el blog. Realmente es muy simple (no hay nada nuevo bajo el Sol).

Respecto a esta entrada. La mecánica es la de siempre. En toda pequeña sociedad (una clase, un departamento en el trabajo, una sección de la oficina...) cuando surge el momento de cuestionar las decisiones de la autoridad competente, muchos son los que tendrían algo que decir, pero pocos los que se atreven a hacerlo. Resulta paradójico que, casi como norma, aquellos individuos que en el momento pre-conflicto parecían ser los más reivindicativos o los más sensibilizados con las cuestiones colectivas, terminan por ser los que desean confundirse con el paisaje, pasar desapercibidos y justificar tal actitud con una cuestión de matices (que si las formas, que si el momento). Cobardes hay en todos sitios. Acomodados aún más. No pretendo soliviantar a las masas -aún no-. Sólo hacer recaer la atención en el hecho de que los que parecían los más valientes, terminan por ser las primeras ratas que se escapan del barco aún cuando éste no de muestras de hundimiento.

Espero haber ayudado a comprender mejor lo que quería expresar.

Me voy a escribir sobre el Principio Stanley.
Harry Reddish ha dicho que…
Haberlo dicho antes... ya me parecía a mí ;-), en todo caso, tal vez esos que tu dices sean más conscientes que el resto y sepan nadar y guardar la ropa en el momento más conveniente, lo cual no me parece en absoluto deleznable. Si en determinadas ocasiones, eso se convierte en una traición para con el colectivo (vease y matícese en el caso de los afrancesados en nuestra gloriosa guerra de la independencia -y que no me lea JUNKO, por Diox-), el propio cuerpo social debiera buscar el castigo justo para esas vanguardias cobardes.
Por otro lado, te agradezco que hayas simplificado el discurso para que los no-académicos podamos comprenderte en tu sapiencia. Muchas veces es la ciencia la que debe acercarse al vulgo, y no el vulgo a la ciencia pues éste se perdería en procelosas digresiones que no traen nada positivo.
Tu club de fans espera y desea tu pronta y fantástica disertación acerca del Principio Stanley.
Anónimo ha dicho que…
usted descalifica, humilla, es un ser más, atrapado y degradado por el sistema.
¡Qué bien, qué bien! Una descalificación anónima. Ahora me siento como Jiménez Losantos. ¿O debería ser al revés?

En cualquier caso, querido lector o lectora, hoy me siento conciliador. Sí, conciliador por extraño que parezca.

Decirte que me alegro de que, por los motivos que sean, leyeras lo que en este blog escribo. Veo que es Ud. muy perspicaz, pues a pesar de las pocas entradas que hay en este espacio, ha sabido describir perfectamente mi personalidad. En efecto, descalifico. También humillo (no sin motivo aparente) y por supuesto soy un ser (no se bien si humano). Atrapado me encuentro, sí, y algo degradado.. pero es cosa del calor de Julio, en cuanto vuelva el invierno me encontraré mucho mejor.

Pero basta ya de hablar de mí. ¿Qué hay de tí? ¿Cómo eres? ¿Qué aficiones tienes? ¿Practicas alguna religión monoteísta? ¿Tienes blog donde poder seguir tu habilidades con la pluma? Ardo en deseos de saber más. Por favor, no dudes en hacerme partícipe de tus pensamientos pues creo que esta relación puede darnos momentos de mucha alegría a los dos.

Sin más.

el_situacionista