Divinas Palabras que no son Esperpento


Cuando su madre muere en uno de los caminos que comunican diferentes aldeas gallegas, Laureano, un enano hidrocefálico, deberá ser cuidado por una de sus dos tías.

Así comenzó Valle el planteamiento de su obra Divinas Palabras que se está representando hasta el próximo sábado en el Teatro Valle-Inclán de Madrid. No cabe duda de que Valle ha sido uno de los mayores autores teatrales en lengua castellana que han visto la luz. Su figura manca y barbuda correteó las distintas tabernas de Madrid así como las diferentes tertulias que en aquella época había en la capital. No pretendemos descubrir su figura en este espacio, sino trazar algunos comentarios acerca del montaje de una de sus obras que Gerardo Vega está llevando a cabo para el Centro Dramático Nacional.

Dentro de la obra de Valle-Inclán Divinas Palabras forma parte del llamado ciclo mítico en el que intentó demostrar la lujuria y la avaricia que gobiernan la vida de los hombres y de las mujeres. Situando como personaje central a Laureano, enfermo y necesitado de cuidados tras la muerte de su madre, la acción de la obra se sitúa en las confrontaciones familiares por quedarse al “encargo” del necesitado. En realidad la disputa entre las dos tías, la carnal y la política, se verá aderezada por la oportunidad de negocio que conlleva el pasear al pobre Laureano por los pueblos como reclamo de limosna y atracción de ferias. Este negocio despertará las pasiones más bajas de los personajes y conducirá el drama a lo largo de toda la representación.

El montaje de Gerardo Vega es, para qué negarlo, espectacular. Un gran árbol natural se muestra en el escenario y los portones, escaleras y demás trampillas del escenario están perfectamente integradas en la representación. No cabe duda de que una de las cosas que más sorprende de la adaptación que ha realizado Juan Mayorga es la representación del personaje del perro por un hombre. La espectacularidad de las escenas donde este perro-hombre recibe gran parte del protagonismo no hace sino rendirnos a dicha adaptación.

Los personajes de Valle-Inclán siempre contienen esta vileza que él tenía tan presente y en esta obra eso se deja notar fácilmente. Las situaciones más tensas se vuelven realmente creíbles a la luz de las personalidades reflejadas por cada uno de los actores y la lujuria, la ira, la desesperación, la avaricia, … todos los sentimientos que conducen las tremendas acciones que vemos representar se hacen presentes en la sala y se instalan en el ambiente obligando al espectador a no identificarse con ningún personaje al tiempo que se reconoce en todos.

La verdad es que la obra merece la pena. Es cierto que, siendo un texto de Valle-Inclán, y en especial siendo éste un texto tan lleno de sustancia, las virtudes de la obra ya se le suponían antes de entrar a la sala. Sin embargo el trabajo de los profesionales inmiscuidos en el montaje hace que la obra sepa mejor aún de lo que olía. Como Vera afirmaba en su presentación, han huido de la posibilidad de llegar a un montaje costumbrista odiado por Valle, y han llegado a producir una “tragedia griega castiza”.

Para un enamorado de D. Ramón del Valle-Inclán como yo, que aún recuerda de memoria el texto de las escenas clave de una obra -Luces de Bohemia- que nunca llegó a representar, la asistencia al teatro para ver Divinas Palabras ha sido un gran placer. Desconozco si tras Madrid -¡se van el sábado 28, amigos!- la obra caerá en otra ciudad pues la representación lleva ya mucho tiempo en marcha, pero si por casualidad Uds. la ven pasar cerca, no lo duden. Estas cosas no se pueden descargar de internet, para tranquilidad de unos [guiño, guiño Teddy Bautista guiño, guiño] y disgusto de otros.

Comentarios

Harry Reddish ha dicho que…
Con estas entradas de nivel, nos lo pones bastante difícil. Felicidades

Salud