Bueno, pues ya están aquí. Ya tenemos a los dos nuevos periódicos de izquierda de este país en la calle. Uno nació hace poco menos de un mes y se llama Público. El otro, que es El País, hace ya mucho que se edita pero entre que últimamente venía siendo muy comparsa y que ahora le hacen la competencia por su público objetivo, ha decidido hacerse un lavado de cara y relanzarse hacia la conquista del espíritu crítico. Vamos a tratar de compararlos sin meternos en berenjenales de grupos mediáticos –eso que tan bien explicó Ottinger- que bastante tenemos ya con lo que tenemos, y redundarnos sería absurdo. Abriendo la edición de ayer de Público lo que podemos decir es que nos ganó para la causa. La noticia de portada del lunes no era otra que una denuncia del enriquecimiento de
Esto marca de alguna manera las divergencias de ambos periódicos. El País se ha caracterizado siempre por tener la vista muy pendiente en lo que sucede en el mundo y por eso sus grandes portadas siempre han destacado asuntos internacionales aún cuando la tensión política en nuestro territorio fuera en aumento. Público, sabiendo esto, opta más por un acercamiento de la política social y de la denuncia de hechos que, normalmente, pocos medios analizan. La comparación de los principales temas de opinión de éste último diario nos lleva a pensar más en un periódico gratuito de los que reparten en la salida del metro que en un periódico de kiosco.
Porque Público es un poco así, más colorista que los otros diarios de pago y con unos temas más sociales que políticos –para entendernos. Dirán que ya era hora de que alguien dijera ciertas cosas y en parte tendrán razón. Pero en otra gran parte no la tendrán pues todas estas cosas ya están dichas en diarios como el 20 Minutos, el ADN o
Si decíamos que Público nos había ganado para la causa, El País terminó por llamarnos a filas cuando en la edición del domingo, la anunciada edición del domingo, publicó un reportaje sobre
Respecto al resto de secciones, ambos periódicos dedican una parte a hablar de Internet y nuevas tecnologías, lo que me parece un acierto. La sección de opinión es algo que también los distingue porque mientras El País incorpora a Moisés Naím, el otro cuenta con sus filas a opinólogos del tipo de Espido Freire, nueva portavoz de los mileuristas –por artículo. Que yo me pregunto si habrá que tener un Planeta para poder verter mis opiniones en las páginas de un periódico o si bastará sólo con la carrera de periodismo. Los nombres no hacen un periódico, pero ayudan. ¡Pedro J. date prisa que creo que Boris no da su opinión política en ningún tabloide!
No creo que Público le vaya a restar lectores a un diario como El País. Quizá a este precio -0,50€- le pueda hacer la competencia durante un tiempo, pero a la larga va a tener problemas de distribución si no se da cuenta de la importancia de una buena estructura noticiera y de la necesidad de hacerse presente en la vida periodística de este país. Acerca de El País, mucho ruido y poca limoná. Tiene algunas cosas mejoradas, como el haber colocado la sección de Economía en mitad del periódico, la llamada Cuarta Página, que es un artículo de opinión al más puro estilo New Yorker -¡cuánto necesita un New Yorker este país!-, amén del mencionado nuevo interés en sacar noticias diferentes. Pero está claro que no sólo se puede quedar en eso. Que la sección Vida&Artes les va a chirriar un poco por haber agrupado ahí a toda una amalgama de temas y que el lema estaba mejor antes. Mejor independientes que globales.
Todo parece dispuesto, eso sí, para que el diálogo que mantiene el kiosquero de
Cliente: ¿Me da
Kiosquero: Sí, como a los tontos.
Comentarios
Publico quiere ser mas popular siendo mas populista, y El Pais, bueno, lo dejé de comprar cuando vi que era un periodico muy de derechas, incluso en el contexto de la prensa española, pero si que ha mejorado un poco, y su sección internacional es muy buena.
Al final pico con la prensa local, la patria chica, y las noticias de barrio, que son las que me afectan.
Estaríamos ante un nuevo elemento de la vida política de este país. El amarillismo de izquierdas. Sólo nos falta prenderle fuego a las iglesias y matar en la cuneta a los poetas para ser igual que nuestros abuelos.