¡Quién me mandaría meterme en obras!


… además resulta que en el piso de arriba de mi casa estaban de obras. Cualquier lector habitual de este blog –que haberlos haylos como las meigas- pensará que es que en mi familia y en mi entorno todo el tiempo estamos derribando y levantando muros dentro de las casas, como si el sector español de la construcción no tuviera suficiente trabajo estos días. Todo tiene fácil aclaración. Mientras en mi casa los muros que levantaron los arquitectos en los planos y que llevaron a la realidad los albañiles siguen estando donde han estado siempre en los pisos de mis vecinos se han derribado todos. Nosotros sólo tenemos presupuesto para acuchillar –cómo me gusta este verbo- el suelo y pintar las paredes –esta vez en un tono ocre más del gusto de mi Señora Madre. Sin embargo tanto los vecinos de Bilbao como los de Madrid –ambos situados en el piso de arriba- han decidido derribar su casa como si los muros de carga no se hubiesen inventado para algo. Mientras que en Bilbao he estado todo el año atormentado desde las 8 de la mañana por dos albañiles imbéciles que no sabían hacer bien su trabajo –metieron el pié hasta que tiraron parte del techo de mi cuarto y las en humedades que han salido en el cuarto de baño desde que empezaron las obras se podrán recoger champiñones hacia finales de este mes- en Madrid me ha tocado sufrir algo parecido durante mis meses de encierro Tesinero.

Si bien es cierto que en Madrid todos son más profesionales. Salvo huellas evidentes de su paso por el portal -que han prometido reparar una vez acabada la obra- y un agua negra con olor fecal que salió un par de días por un desagüe que jamás se ha utilizado en mi casa, las molestias de la obra sólo han sido sonoras, que ya es mucho. A los dueños prometieron acabar hacia mediados de Septiembre, y a finales de Agosto anunciaron la fecha de entrega en el mes de Noviembre. Pero esto son gajes de meterte en obras. Basta la recomendable lectura del libro del dúo Gomaespuma, al que en esta entrada he plagiado el título, para convencerse de que siempre es mejor vender el piso tal y como está y comprarse otro aunque sea en Villaverde antes que atreverse a dejar el hogar como si del centro de Sarajevo en el invierno del 92 estuviéramos hablando.

El caso fue que una semana antes de tener que entregar la tesis el agua fecal antes mencionada hizo su aparición. Para más INRI mi Señora Madre estaba en ese momento planchando la ropa justo encima y, al sentir un gorgoteo que para su sorpresa no llegaba desde arriba sino desde abajo, me mandó al momento a buscar a alguno de los obreros. Con suerte encontré a uno de ellos, el que protagonizará el relato de hoy. Vamos a llamarle “Abdullah” pues el chico es marroquí y salvo decir “Hola” y “Sí señora” poco más parece saber. Más que marroquí parece sueco, porque se intuye que es capaz de más, pero no lo demuestra. Tras solucionar el presente chorro de aguas fecales la cosa quedó aclarada por el segundo nombre en discordia “Germán”. Germán es el viejo obrero curtido en mil batallas, con una perenne barba blanca de tres días dura como ella sola que a mi me tardaría 5 meses en quedar así de afilada y a él seguro que le ha salido en lo que salió de la ducha y cogió el metro esa mañana. Delgado hasta la extenuación es capaz de coger un bloque de hormigón con una sola mano porque en la otra lleva el cigarro. Germán aclaró que el conducto de los sumideros debía estar atascado, uno de los chicos tiró agua para limpiar la terraza del piso de arriba y eso provocó que el agua sucia de la obra se juntara con el atasco y sistema regurgitara todo lo posible. Entrada la semana siguiente –la de entrega de la tesis- lo arreglaría en dos patadas.

Como en la entrada anterior hemos señalado, la semana de la entrega de la tesis estuvo protagonizada por la enfermedad de mi Señor Padre y su consiguiente aburrimiento hogareño, así que la posibilidad de poder dirigir las operaciones del arreglo del sumidero le pareció una gran oportunidad plagada de nuevas sensaciones en comparación con los consejos de “Saber Vivir”. El problema principal de por qué el agua salía por nuestro sumidero pareció quedar solucionado al poco de investigar los conductos. Sin embargo de esta I+D improvisada Germán llegó a otra conclusión, o arreglamos el atasco grande que tiene el sumidero o nos van a reventar las tuberías cuando coloquemos los electrodomésticos en el piso de arriba. Así que dicho y hecho, Abdullah el sueco y Germán el todopoderoso se pusieron manos a la obra.

Como mi piso es un primero y justo debajo está la entrada al garaje sobre la cual se accede a las tuberías, se decidió instalar el centro de las operaciones en nuestro sumidero. Germán subía y bajaba constantemente haciendo pruebas, descartando hipótesis y concluyendo que todo el problema era “la de mierda que hay en las tuberías”. Para cuando Germán llevaba seis subidas y sus correspondientes bajadas desde mi casa hasta el garaje, sus brazos y ropas daban fe del color, textura y sobretodo olor de la mierda que atascaba las tuberías. Abdullah sólo se dedicaba a poner el dedo donde Germán le mandaba o a pasarle la llave inglesa cuando éste se lo pedía. Sin embargo el momento cumbre, del cual no fui testigo ocular pero sí oyente de excepción, llegó cuando Germán decidió de una vez por todas localizar el lugar exacto del atasco. Armado de un tubo de plástico similar a una manguera que introdujo por el desagüe y situando a Abdullah en el garaje, subido a una escalera y con la sencilla función de mirar fijamente la tubería abierta, Germán se dispuso a soplar por el tubo, esperando que el sueco le dijera si de la tubería salía algo. Germán tenía que gritarle a Abdullah constantemente cuál era su función pero, como pez que no está en sus aguas, quería hacerlo de una manera delicada. Para ello le empezó gritando “¡Tú fíjate si de la tubería sale m.. suciedad”. Y soplaba con la mala fortuna de que una cantidad apreciable de esa suciedad le devolvía el soplido llegando hasta su boca. Haciendo de tripas corazón Germán le preguntó a Abdullah si había salido algo.

“¿Qué?” no era la mejor respuesta que podía haber dado Abdullah, pero lo hizo, empezando a quebrar la paciencia de Germán. De nuevo éste le espetó “¡Qué te fijes si sale porquería cuando yo soplo por diossssssssss! ¿Vale?”. “Sí, sí, todo bien” dijo el sueco. Y Germán volvió a soplar, volviendo a llenarse de porquería la boca y preguntando al aire “¿Ha salido algo?”. Pero nadie contestaba. Germán volvió a soplar –si tienes la boca llena de porquería­ ¿qué hay que te pueda dar miedo?- y volvió a preguntar sin obtener respuesta. Cuando bajó a ver qué hacía nuestro amigo sueco encontró que estaba haciendo eso, el sueco. Sin siquiera estar subido a la escalera tenía metidas las manos en los bolsillos, hecho este que irritó aún más a un Germán con la boca sucia. Lo subió a la escalera, le enseñó la tubería a la que debía estar mirando y le pidió que esta vez se fijase si salía algo.

Cuando Germán regresó dispuesto a volver a soplar esta vez ya no le importó que todo el barrio escuchara sus preguntas hacia Abdullah “¡Fíjate bien si sale mierda! ¿eh? ¡Mierda!”. Sopló, se llenó esta vez la boca de mierda y preguntó al muchacho si salía algo. Éste no contestó, momento en el cual la tensión se instaló a lo largo y ancho de todo el barrio. Nadia hacía un solo movimiento, ni siquiera los canarios de la vecina de enfrente, todos esperando a ver qué sucedía como en los momentos de tensión de una peli del oeste, cuando el bandido y el sheriff se encuentran en la plaza del pueblo. “¿Eh?” se le oyó escuchar al chiquillo que, a pesar de medir cerca de metro noventa ahora no mediría más de un palmo del suelo. Como una exhalación y escupiendo mierda por su boca, Germán se dirigió escaleras abajo hacia su encuentro mientras los improperios salían acompañando a la mierda. “¡¡Mecagoenlaputamadrequeloparióyoaestetíolomatoeldesgraciaoque
sehacreidosuputamadremecagoenlapenanegra!!”.

Lo que siguió a continuación carece de interés documental. Sólo diremos desde aquí, para los fans de Bricomanía que visitan el blog, que la solución encontrada por Germán no fue la de mandar al chico a hacer el trabajo más sucio –nunca mejor dicho- y que soplara por el tubo –como hubiera hecho yo. Lejos de tomarse ventaja decidió que si algo quieres que salga bien, es mejor hacerlo tú mismo, así que colocó un folio con cinta adhesiva en la tubería y subió voluntariosamente a volver a llenarse la boca de mierda.

La moraleja de esta historia sería simple. Y es que hay trabajos peores que hacer una tesis, y que si por hacer ésta pagaran, estaría en el paraíso.

Comentarios

ReinaDeSalem ha dicho que…
El mundo de las obras..., "maravilloso" mundo en el cuál me han metido a mí también.

En mi caso no ha habido problemas de tuberías..., no hubo que soplar... Pero lo que iba a ser un color azul oscuro para mi cuarto, se ha convertido en una especie de morado..., algo siniestro.

Ya he quitado demasiada "mierda" tras la marcha de los obreros..., así que..., algo me dice que el color acabará gustándome...

Mil besos ;)
Anónimo ha dicho que…
Germán es un experto metodólogo. Puro cientificísmo en movimiento. Igual que la ciencia social: ensayo - error - ensayo - error... y al final te sale una mierda.

Saludos varios.-
Reinadesalem, rasca y rasca la pared como si de una tostada que ha pasado demasiado tiempo en el tostador se tratase. Detrás del adoquín está la playa.

Ottinger, Germán no es un experto metodológio pues ¿cuándo se ha visto a un científico ser investigador y ser rata del experimento al tiempo? Algo huele a podrido en esa metodología.
El amigo de las tormentas ha dicho que…
Me suena esto de la tesis. En mi caso la tengo empantanada. No me veo con tiempo ni paciencia suficiente para hacerla en los ratos libres que me deja el trabajo y las ocupaciones extraoficiales.
Espero leerme tu blog con algo más de tiempo :))
¿Por qué será que todo aquel que tiene una tesis termina por tener un blog?

No te preocupes, todas las tesis están empantandas. Si no lo estuvieran no serían tal. Ahora lo complicado es saber por donde se sale del pantano. Esto parece el Plan Badajoz.

Un saludo, gracias por el comentario y aquí tienes el blog para cuando quieras.