Leyendas urbanas

La estructura de una Leyenda Urbana es de fácil descripción. Es una tradición oral –aunque en esto internet también está copando el mercado- en la que el relator de la leyenda afirma unos hechos, otorgándoles verosimilitud, los cuales no ha vivido en primera persona, sino que le han sucedido a amigo de un amigo suyo. Es imprescindible que el relato contenga algún hecho terrorífico o maligno que, aunque es preferible que sea asignado a alguna fuerza misteriosa incapaz de ser concebida por la mente humana, también puede ser atribuida a un grupo social o individuo ajeno al de los implicados en el relato. Es decir, que o bien lo hacen fuerzas paranormales o lo hacen otros que están contra nosotros.

A todos nos han contado mil y una leyendas. Desde aquella del árabe en la cola del supermercado que, a cambio de 5 céntimos, te desliza la información sobre el próximo atentado, hasta la de la niña de la curva que te avisa antes de estrellarte con el coche y luego desaparece. Por supuesto no olvidemos una de las más antiguas leyendas urbanas, la existencia de cocodrilos en las alcantarillas de la ciudad de Nueva York, de la que se han encontrado referencias citándola ya en 1843. Hoy nos detendremos en dos leyendas que han atraído mi atención durante largo tiempo.

La primera nos sitúa en la población francesa de Orleáns. En la década de los 60, un rumor corrió de boca en boca. Se decía que había un grupo en la ciudad que se dedicaba a secuestrar a mujeres en los probadores de las boutiques para venderlas después a las redes de prostitución. Tan terrorífico acto era realizado, en especial, a las mujeres más jóvenes, a las que inyectaban un fuerte sedante que inhibía su voluntad haciéndolas más manejables.

Aún a pesar de que no existió ninguna prueba fáctica de que tal trama criminal estuviera operando en la ciudad, el rumor popular llegó a ser tal que se logró identificar –agárrense- a los culpables de los crímenes: los judíos. La importancia de la leyenda fue tal que un sociólogo francés decidió investigar el caso. En su estudio encontró varias significaciones sociales que se conjugaron en la historia. La ciudad de Orleáns, muy conservadora, estaba viviendo días agitados debido a los estragos de la revolución sexual de los 60 que se cebaban, especialmente, en las jóvenes y en sus nuevas vestimentas. Eran días donde la minifalda se imponía como símbolo revolucionario y donde los padres se estremecían ante la posibilidad de que sus hijas fueran presas del amor libre. La leyenda urbana atacaba los miedos de las jovencitas que desearan ir a las boutiques y, buscando un culpable para la fechoría, no se encontraron otro que los clásicos culpables en la tradición cristiana, los judíos. Si nuestra sociedad se está viniendo abajo por culpa de una revolución sexual, venía a decir la leyenda, son ellos los culpables.

La segunda leyenda urbana también implica al país galo, pues fueron dos taxidermistas franceses los que en 1830 exhumaron el cuerpo de un africano muerto en el territorio de lo que hoy sería la frontera de Botswana y Sudáfrica. Habiéndolo disecado no tuvieron mejor idea que exponer el cadáver del pobre hombre en el escaparate de una tienda de París. Tiempo después el cuerpo acabó en el museo de la ciudad de Banyoles, cerca de Barcelona. Conocido como “El Negro de Banyoles”, el cuerpo del africano fue expuesto allí hasta que llegando las olimpiadas de Barcelona del 92, la prensa internacional reparó en ello y levantó una polvareda de escándalo, obligando al museo a gestionar el retorno del cadáver a su tierra de origen.

En Botswana, la población está acostumbrada a las leyendas urbanas. Demostrando que esta clase de mitos no son sólo propiedad de las sociedades occidentales, la población de Garobone, la capital, habla y habla sin parar de por qué las lluvias no llegan cuando deberían llegar. El hecho de que las estaciones lluviosas se estén volviendo cada vez más y más secas, hace que la vida en Botswana se esté volviendo más y más difícil. En un periodo de sequía, en el invierno de 2000 a 2001, la leyenda urbana que circuló por las aldeas cercanas a Garobone fue que el regreso del cuerpo disecado había traído consigo una maldición que negaba la lluvia a la tierra donde fue enterrado. Esto acontecía así debido a que cuando el cadáver llegó a Botswana se comprobó que alguien, en el trayecto de Madrid a Garobone, había desprendido del cuerpo los ojos y demás partes blandas que aún conservaba sin que éstas fueran encontradas nunca. Ni qué decir tiene que las lluvias llegaron, más pronto o más temprano, pero que las partes blandas del cuerpo jamás fueron halladas.

Como en estos casos, hoy las leyendas urbanas se expanden como mitos que unas veces avisan de los peligros o buscan explicaciones a hechos poco comunes y otras simplemente buscan convertir la realidad en algo que no es y sembrar las mentes de los que la escuchan de lugares comunes a los que acudir en caso de necesidad. Lástima que no estén aún entre nosotros los Hermanos Grimm para hacer crecer la literatura universal a costa de estas leyendas.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
28 chicas desaparecidas en unos pocos días. En una población de 100.000 personas y nadie parecía saber nada, aunque el rumor no paraba de crecer.

No te olvides de que los vecinos asustados acudieron en modo "masa alborotada" a la calle principal de estas tiendas dispuestas a encontrar a las desaparecidas. Momento en el que las autoridades declararon enterarse por primera vez del asunto. Y no se enteraron por lo de la gente con las antorchas (si es que las tenían, en mi imaginario seguro que sí) sino porque un dependiente recibió una llamada de un burdel del extranjero solicitándole chicas y éste acudió a las autoridades a denunciarlo.

En fin, lo importante. No recuerdo quién ganó, pero todo coincidió con la celebración de unas elecciones en la región. Finales de mayo de1969, creo. Tras los comicios (ya digo que no se quién ganó), las autoridades hicieron público que ninguna chica había desaparecida y todo rumor desapareció. Creo que ese fue el motivo principal por el que el sociólogo Morin publicó el caso.
Anónimo ha dicho que…
A las leyendas urbanas diseminadas por internet se les da el nombre de Hoax que significa (engaño o bulo en ingles, (lo que aprende uno con la wikipedia)y existen grupos de gente que se dedican a descubrirlos y a publicarlos en webs desmintiéndolos, por ejemplo:
http://hoaxbusters.ciac.org/

Salud!
C.C.Buxter ha dicho que…
En "Los cañones de agosto", Barbara Tuchman cuenta algo que sucedió en Francia y que también podríamos considerar como leyenda urbana. En las primeras semanas de la I Guerra Mundial, los ejércitos alemanes estaban arrasando literalmente a los franceses, habiendo invadido ya Bélgica y penetrado en Francia, tal y como se había previsto en los preparativos militares alemanes. El desánimo entre los franceses era evidente y comprensible, pero entonces sucedió algo inesperado: corrió el rumor de que estaban llegando a París trenes cargados de soldados rusos, enviados por el zar para combatir contra Alemania. En poco tiempo, todos los habitantes de París "veían" batallones enteros de soldados rusos, cuando lo cierto es que no se tiene constancia de que eso sucediera realmente; se sospecha que se trató de un rumor iniciado desde el gobierno francés para reavivar el ánimo de los franceses... y ciertamente lo consiguieron.

En cualquier caso, el fenómeno de las "leyendas urbanas" demuestra la ligereza con la que aceptamos y difundimos como ciertas noticias de origen más que dudoso. ¿Recuerdas el falso incidente de la niña, el perro y la mermelada en "Sorpresa, sorpresa"? Conozco una chica que afirmaba haberlo visto en directo...
Harry Reddish ha dicho que…
Pues resulta, que un amigo de un amigo de mi primo trabaja de segurata en el ministerio del interior. Éste le ha contado que en el sótano 23, hay una oficina que corresponde a un organismo estatal que se dedica a crear y emitir toda esta clase de leyendas urbanas por la población. ¿Te lo crees? lo sé de buena tinta...

Salud